
06 mayo, 2025 MARTES DE LA SEMANA III DE PASCUA / CICLO C
La obra de Jesucristo es hacer visible y palpable el amor solícito del Padre, que manifiesta lo definitivo de su amor al darnos a su propio Hijo y será él el verdadero Pan del Cielo.
Evangelio del día
Juan 6, 30-35
En aquel tiempo, el gentío dijo a Jesús:
«¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan del cielo les dio a comer”».
Jesús les replicó:
«En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo».
Entonces le dijeron:
«Señor, danos siempre de este pan».
Jesús les contestó:
«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás».
Evangelio de hoy en vídeo
Reflexión
Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios
Una súplica se eleva a Dios en este tercer martes de la cincuentena pascual: “La luz de tu verdad. ¡oh Dios! guíe a los que andan extraviados…”. Una súplica, que a todos nos integra y hace ver la necesidad de la luz de Cristo, que es la Verdad, y el único que nos conduce al Padre. Esa luz es la que lleva al camino de la santidad. Pero además se añade: “concede a todos los cristianos rechazar lo que es indigno de ese nombre y cumplir cuanto en él se significa”. A veces pasamos de puntillas sobre la oración colecta de la Misa y perdemos la oportunidad de fijarnos cómo nos centra en la escucha de la Palabra.
Esteban lleno de Espíritu Santo…
El testimonio y martirio de Esteban, relatado por Lucas, resalta el extravío que viven el pueblo, los ancianos y los escribas. La denuncia del comportamiento de ellos, en sintonía con el de sus padres, brota de los labios de Esteban como una llamada a considerar qué lejos se encuentran del Dios de la alianza y de su cerrazón a tomar en cuenta lo que Jesús les ha venido enseñando. “Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos…”. El signo de la alianza carece de valor en ellos, por lo que señalará también: “siempre resistís al Espíritu Santo…”. Apegados a un determinado modo, como si la fidelidad a la alianza pudiera vivirse quedando estancados en un momento, sin entender que el Espíritu no solo guía, sino que sostiene y empuja a ir hacia adelante. Esa fijación es muestra de infidelidad.
Esteban con la fuerza del Espíritu pondrá ante ellos lo que está viendo: “Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios». Este testimonio sobre Jesucristo, al que ellos, no sólo lo han rechazado, sino que lo “han traicionado y asesinado”, provoca en ellos, no la conversión, sino la reafirmación del rechazo, con lo que se evidencia, aún más, cómo resisten a la acción del Espíritu Santo. Ya lo había anunciado Jesús: Llegará el día en el que los que os den muerte creerán que dan culto a Dios. Esas palabras de Jesús y su ejemplo, nos alientan en medio de las dificultades que la misión evangelizadora presenta. Para eso nos dejó su Espíritu, para que perseveremos en el anuncio de su salvación, con la palabra y con la vida.
A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Esta misma oración elevó Jesús en la cruz. Esa disposición de ánimo que manifiesta, ha de ser asumida por los discípulos. Lo hizo Esteban y tendremos que hacerlo nosotros también. Y eso será posible en la medida que, llenos de Espíritu Santo, nos dejemos unir en Cristo y por él.
El salmista pone de manifiesto la actitud del que se deja iluminar y conducir por él. Hay plena confianza en los duros momentos. Así como sostuvo a su elegido, sostiene también a los que, unidos a él, viven y actúan como él.
Su presencia ampara y protege en medio de las conjuras humanas. Así lo hemos visto en Jesús y atendiendo a su fidelidad hasta las últimas consecuencias, aprendemos que todos en él tenemos el modelo a seguir.
¿Cuál es tu obra?
El capítulo sexto del evangelio de Juan, proclamado en la Pascua, nos lleva a profundizar en el acontecimiento pascual que se actualiza en cada Eucaristía. La pregunta que hacen a Jesús, aquellos que han comido pan hasta hartarse, busca entender, pero en línea de continuidad con la experiencia de Israel con el maná en el desierto. Jesús les hará ver que no fue Moisés el que les dio a comer pan del cielo. Aquello era sólo signo del verdadero Pan bajado del Cielo.
La obra de Jesucristo, por la que preguntan, es hacer visible y palpable el amor solícito del Padre, que manifiesta lo definitivo de su amor al darnos a su propio Hijo y será él el verdadero Pan del Cielo. Este Pan es el que da la vida al mundo. Y así como la mujer de Samaría pidió el agua que Jesús ofrecía, éstos pedirán ahora que se les dé este mismo Pan.
La ruptura, por un salto hacia adelante, se ha de producir. Si del agua del pozo de Jacob, en Sicar, se ha de pasar al agua viva que él otorga y hace referencia al Espíritu que nos dará en la Pascua, toca ahora pasar del maná recibido por medio de Moisés, al pan que Jesús nos dará y que contiene la vida eterna.
La respuesta de Jesús es sugerente: “Yo soy el pan de vida. El viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed”. Y como cada vez que celebramos el Memorial, se actualiza su entrega, estas palabras nos ayudan a comprender la necesidad que tenemos de ser sostenidos por él.
¿Tenemos necesidad de este Pan?
¿Cómo se desarrolla nuestra vida sostenida por este alimento?
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