
07 abril, 2025 LUNES DE LA V SEMANA DE CUARESMA / CICLO C
San Juan Bautista la Salle
Fue la figura más significativa del siglo XVII francés en referencia a la educación cristiana. Fue, por su carisma de fundador, por su intuición de pedagogo, por su cultura de teólogo y escritor fecundo, por su influencia posterior, una hermosa bendición de Dios a la Iglesia.
Evangelio del día
Caen las piedras de la ley de la mano de los fariseos y se ablanda el corazón insensible al darse cuenta de que todos necesitamos que Jesús tenga compasión de nuestras faltas de amor.
Juan 8, 1-11
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:
«Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
«El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra».
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.
Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó:
«Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».
Ella contestó:
«Ninguno, Señor».
Jesús dijo:
«Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».
Reflexión del Evangelio de hoy
Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo
La primera lectura nos muestra de una manera excepcional la escena más pura del corazón del ser humano, en la que puede llegar a lo mejor o a cometer atrocidades. Un escenario concreto, que por desgracia, no nos resulta nada extraño en nuestros días, cuando vemos en el mundo tantas y tantas noticias de corrupción, manipulación, violencia, muerte y sin sentido, causado precisamente por todas esas personas que se deben al cuidado de los demás.
La lectura de la profecía de Daniel, comienza dibujando un hogar y un matrimonio, sustentado en unas claves morales y éticas, con las cuales rigen su vida en la ley del Señor. La vida normal de un matrimonio que ha decidido tener un proyecto de vida conyugal. Susana, de alguna manera, le toca en suerte vivir una injusticia que le va a costar casi la vida. En más de una ocasión el inocente es víctima de muchas atrocidades por parte de aquellos que deben velar por el bien común. Lo importante de esta situación es la actitud con la que Susana afronta el juicio corrupto: «su corazón confiaba en el Señor». Algo así, es lo que expresa el salmo, cuando nos enfrentamos a los obstáculos de la propia vida: «aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo».
Sigue narrando la historia, y les toca entrar en escena a dos jueces ancianos. Precisamente, encargados de guiar al pueblo de Israel en todos sus pleitos, para que viviesen conforme a lo que decreta Dios. Hecho curioso, es que en lugar de con el tiempo haberse humanizado por tratar de ayudar a los demás en sus sufrimientos, en su interior había brotado la maldad. «Desviaron sus ojos del cielo, y así no se acordaron de las leyes justas», es decir, la corrupción, sacaron a Dios de sus vidas, y con ello, la fuerza y la inspiración del Espíritu para hacer que el pueblo camine según el Señor. Ya no puede haber, coherencia, imparcialidad, justicia, fidelidad, porque el corazón está embotado de intereses particulares. De sacar partido.
Fin de la trama, Dios, suscita el Espíritu Santo, en el joven Daniel. Dios mueve sus hijos para mandar la fuerza regeneradora de la sabiduría, entendimiento, consejo, para acabar con la trama de corrupción y pecado. Es tan sencillo, como confrontar la acción que han hecho, como volver a Dios y mirar al cielo, confiar en que el Buen Pastor va contigo y te sostiene. A los jueces les toca en suerte lo que habían decretado para la inocente Susana.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?
La Palabra de Dios nos muestra otro escenario en el que una mujer ha sido sorprendida en adulterio. Los fariseos aprovechan la ocasión para entablar el juicio contra la mujer y de paso con el «Mesías», con el cual no comulgan. Como se suele decir; «matar dos pájaros de un tiro». Y, de este modo, seguir con su conducta de corrupción, de cumplimiento falso de leyes y preceptos que no humanizan, que no dan plenitud, sino que esclavizan. Toda una trama de acciones turbias que de alguna manera justifican con la ley.
Los fariseos, amparándose en la ley, traen ante la presencia de Jesús en el Templo a una mujer, con la intención de que el Mesías, de su veredicto respecto del caso de adulterio. Llevan de alguna manera el caso al Dios de Jesús, para ver, qué planteamiento es el que aplica según el código de preceptos e interpretaciones de la ley, que solían hacer las distintas escuelas rabínicas del momento. Como en su día, hace Jesús, fusionando los mandatos en el amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.
Por ello, en esta escuela de la misericordia de Dios, el salmo 129, arroja bastante luz, sobre la escena. Jesús, está escribiendo en la arena, y no sabemos muy bien lo que redacta. Pero ese salmo dice: «Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?» (Sal 129) ¿Quién puede mantenerse inocente ante la presencia del que es todo Santo? Sí la fragilidad humana nos lleva en más de una ocasión a tropezar y a caer bajo el pecado de nuestras acciones. Por tanto, la respuesta de Jesús es magistral: que cada uno revise sus acciones y que no esté pendiente de los errores de los demás. Mira primero tus faltas de coherencia, fidelidad, amor, honestidad, y luego podrás dedicarte a otros menesteres. Pero el juicio le toca a un Dios que es «Amor», que conoce, sondea los corazones, que sabe la intención y que de Él procede el perdón, por ello, yo puedo acercarme al Dios que me presenta Jesús, como un Padre que es misericordioso y que le importa por encima de todo el valor de la persona humana, no la gravedad del pecado. Esto no quiere decir, que entonces yo puedo hacer lo que quiera. No, de ninguna manera. Es otra cosa que no entienden los fariseos cristianos, que yo experimentado el abrazo del amor de Dios en mi vida, inmerecido, porque soy ruin, y quiero vivir en la clave que me presenta Jesús: «cada vez que obraste con amor misericordioso con uno de estos pequeños lo hiciste conmigo».
De este modo, caen las piedras de la ley de la mano de los fariseos y se ablanda el corazón insensible al darse cuenta de que todos necesitamos que Jesús tenga compasión de nuestras faltas de amor.
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