JUEVES DE LA SEMANA VII DEL TIEMPO ORDINARIO / CICLO C

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JUEVES DE LA SEMANA VII DEL TIEMPO ORDINARIO / CICLO C

NOS UNIMOS EN LA ORACIÓN POR LA SALUD DEL SANTO PADRE

 

“Si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salaréis?”

La comunidad cristiana debe caracterizarse por el buen sabor hacia la humanidad, si no es así, habrá perdido algo que le es propio y característico. Sólo desde ahí puede construirse la paz en la comunidad.

 

Marcos 9, 41-50 – Boosco.org

 

Evangelio de hoy 

 

Marcos 9, 41-50

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«El que os dé a beber un vaso de agua porque sois de Cristo, en verdad os digo que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te induce a pecar, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos a la «gehenna», al fuego que no se apaga.

Y, si tu pie te induce a pecar, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies a la “gehenna”.

Y, si tu ojo te induce a pecar, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos a la “gehenna”, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.

Todos serán salados a fuego. Buena es la sal; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salaréis? Tened sal entre vosotros y vivid en paz unos con otros».

 

Reflexión del Evangelio de hoy

No tardes en convertirte al Señor

En torno al año 180 a.C. Jesús Ben Eleazar Ben Sira, escribe en hebreo y en Jerusalén una obra para resalta el valor de la sabiduría de Israel contenida en todas sus tradiciones y especialmente su fe en un solo Dios, frente a los nuevos valores del helenismo que se estaban instalando en la sociedad. Israel posee la verdadera sabiduría, es el gran regalo que Dios le ha dado, con el que puede iluminar las diferentes situaciones de la vida de modo que se agrade a Dios en todas las circunstancias.

En la lectura de hoy, Ben Sira pone en guardia contra una serie de pensamientos presuntuosos y poco humildes, que no tienen en cuenta al Señor. La perícopa acaba como empieza: «No confíes en tus riquezas… No confíes en riquezas injustas» (vv.1a.8a), formando una inclusión perfecta. Se trata de una clara advertencia sobre la falsa confianza del ser humano en aquello que cree que puede darle la seguridad y estabilidad perpetua. Poner la confianza en las riquezas es tarea inútil, especialmente si son injustas, puesto, que son perecederas. También el sabio nos invita a ser realista y evitar creerse que uno se contentará con una determinada cantidad de bienes, pues la riqueza es insaciable.

Otra actitud que hay que evitar es la soberbia, aquel que presume de poder, olvidando que está sometido al poder de Dios. El último consejo se centra en el pecado y la penitencia: es necio el que cree que se puede pecar impunemente puesto que Dios es paciente y misericordioso. Al final, el Señor tomará cuenta a cada uno de su vida y sus responsabilidades. Por ello lo sensato es arrepentirse y pedir perdón sin tardanza. La conclusión es clara: dichoso el que evita estas posturas necias, resultado de confiar en la riqueza. Dios es justo y misericordioso (rahamim), pero el punto donde ambos atributos divinos convergen es en la conversión del corazón y no en la falsa confianza. ¿Estoy dispuesto/a a poner mi confianza en el Señor?

El que escandalice a uno de estos pequeñuelos

En el evangelio de hoy, Marcos nos narra una serie de dichos de Jesús relacionados con el seguimiento, el Reino y sobre la actitud que hay que tener ante los distintos tipos de «pequeños». El texto comienza con una sentencia: «el que os dé a beber un vaso de agua porque sois de Cristo…». Uno de estos pequeños son los discípulos, que, a la luz de lo dicho en los versículos anteriores acerca de quién es el mayor, alterando la distribución entre primeros y últimos, les exhorta a situarse en los últimos puestos. Ahora Jesús les dice que todo lo que se les haga a ellos, en cuanto discípulos, se le hace a Cristo y, en consecuencia, ese acto no quedará sin recompensa. Quien ayude a esos «pequeños» de Jesús recibirá a su vez, el fruto de sus acciones.

Jesús les ha dado a sus discípulos la mayor autoridad, pero no para imponerse sobre otros, sino al contrario, para que ellos sean servidores de todos, aunque suponga, en ocasiones, estar a merced de los demás, hasta el punto de correr el riesgo de que les acojan o rechacen.

A continuación, y a modo de casuística el Maestro se dirige a aquellos que escandalizan a los pequeños que creen en él, empleando el signo de la mano-pie-ojos (9,42-47), para terminar con una afirmación sobre el riesgo de la condena escatológica (9,48-50). Escandalizar es un comportamiento que pone en peligro la fe de otro (ver 4,17; 14,27.29). El que haga esto con un discípulo pequeño e indefenso contrae una grave responsabilidad ante Dios. La gehenna, con la imagen de su gusano que no muere y de su fuego que no se extingue, es símbolo del castigo (cf. Is 66,24). Los versículos finales hablan de la pureza del seguimiento. El fuego y la sal significaban en el A.T. la purificación de los sacrificios y la integridad de la alianza. Ahora con Jesús la pureza e integridad de la alianza suponen asumir en nuestra vida como creyentes el servicio y la preferencia por el último lugar. Así como la sal si pierde su cualidad característica, de nada sirve, puesto que no hay sal para la sal. Igualmente, la comunidad cristiana debe caracterizarse por el buen sabor hacia la humanidad, si no es así, habrá perdido algo que le es propio y característico. Sólo desde ahí puede construirse la paz en la comunidad.

Hna. Carmen Román Martínez O.P. – Congregación de Santo Domingo

Parroquia Sagrados Corazones
parroquia.sscc.madrid@gmail.com
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