04 octubre, 2024 VIERNES DE LA SEMANA XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO / CICLO B
San Francisco de Asís
Diácono italiano que vivió en el siglo XIII.Después de una juventud inquieta y mundana, se convirtió a una vida religiosa de completa pobreza, fundando la orden mendicante de los Hermanos Menores, comunmente llamados franciscanos, que renovaron el catolicismo de su tiempo. Es conocido también por su trabajo por la paz y por el amor a la naturaleza.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 10,13-16
En aquel tiempo, dijo Jesús:
«¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Pues si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidos de sayal y sentados en la ceniza.
Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras.
Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo.
Quien a vosotros escucha, a mí me escucha; quien a vosotros rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado».
Reflexión del Evangelio de hoy
El Señor habla
El texto de Job que nos regala la liturgia hoy sitúa en el escenario, por el que han pasado diferentes personajes, al mismo Dios. Job había dado rienda suelta a su dolor y reprocha al Señor por sus desgracias, injustas, siendo él un hombre justo y fiel a su Dios. Sus tres amigos le insisten en la idea de que el mal es fruto del pecado. Elihú le recrimina haber increpado al mismo Dios y expone la justicia, santidad y grandeza del Señor que enseña también en el sufrimiento. Y ahora es Dios mismo quien habla “a Job desde la tormenta”.
La imagen de la tormenta hace de telón de fondo y banda sonora para las palabras de Dios que se revela creador, sabio y poderoso, y le recuerda que sus caminos son inescrutables y siempre superarán la capacidad del ser humano para comprenderlos. Interpela a Job “Cuéntamelo, si lo sabes todo”, le confronta con su propia realidad finita y limitada. El texto de hoy se queda en la primera parte del discurso de Dios, al que luego seguirá en un segundo discurso en los capítulos posteriores.
Job le responde, vencido y honesto, en medio de su dolor y oscuridad: ¿Qué puedo responder yo, que soy tan poca cosa? Dice Kierkegard que “rezar no es escucharse hablar de sí mismo, sino llegar a callar y, permaneciendo callado, velar hasta que el orante oiga a Dios”. En el camino de la fe es necesario salir de nosotros mismos, como referencia vital, y hacer silencio interior y exterior, hacernos conscientes desde lo más profundo del ser de ese Alguien que es más que todo cuanto podamos conocer, descubrir o imaginar, y estar dispuestos a escucharle.
El creyente escucha
En la primera lectura vemos a Job, sintiéndose pequeño y sin palabras ante Dios que le habla en la tormenta y le recuerda quién es. Dios y hombre están ahí, con la evidencia de la inmensa diferencia entre ambos. El texto de Lucas nos presenta una imagen que contrasta con la anterior: Jesús, frustrado y dolido por la indiferencia de los pueblos de Galilea a los que anuncia la buena nueva del Reino, donde ha hecho milagros y multitud de curaciones. Dios hecho hombre, de una forma que ya no puede hacerse más cercano y presente, que se revela totalmente con palabras y obras que liberan y hacen el bien, no encuentra respuesta en aquellas gentes creyentes de su pueblo. Incluso los pueblos paganos se hubieran abierto a Él mucho más que ellos.
Destacaría tres ideas:
Jesús acaba de enviar a sus discípulos, a los pueblos y lugares donde él iría después, para llevar su paz y decirles que el reino de Dios está cerca. Es consciente de la dureza de la misión y que el rechazo y el fracaso forman parte de ella. Él mismo lo ha experimentado. Frente a esta realidad ancla lo nuclear del seguimiento, y es que somos enviados. No vamos por iniciativa propia ni proclamamos nuestros propios mensajes. Formamos parte de algo mucho más profundo y grande que nosotros mismos. El Padre envía a Jesús, y el nos envía a nosotros. Llevamos ese tesoro en vasijas de barro, sí, pero es un tesoro, palabras que sanan y liberan, gestos que hacen presente la salvación y el amor de Dios. Por eso, quien “os escucha a vosotros, me escucha a mí”.
La llamada a la conversión, a escuchar el mensaje de paz y de amor, implica una respuesta de vida en quien lo escucha y acoge, un cambio coherente con la Palabra anunciada. Creer no es solamente aceptar unas verdades de fe y llevar a cabo unas prácticas religiosas. Creer me confronta con el Evangelio mismo y me pide escuchar lo que el Señor me pide en cada momento, poniéndolo en práctica.
No se trata solamente de una fe individual, que se reduce al ámbito de lo privado o al círculo de aquellos con quienes compartimos nuestra fe. El Evangelio es un anuncio de justicia y de paz, de amor y solidaridad, para los pueblos y ciudades, para las relaciones sociales, familiares y políticas, porque el reino de Dios quiere hacerse realidad para bien de todos.
Hoy celebramos a san Francisco de Asís. Nadie mejor que él se entregó plenamente al anuncio de la paz, y fue testimonio sencillez, pobreza, alabanza y hermandad con todo lo creado. Vivió una fuerte conversión al Evangelio y lo hizo su camino de vida y santidad. Hoy sigue inspirando el compromiso cristiano con la justicia, la paz y el cuidado de la Creación, sin el que el anuncio de la Buena Noticia se quedaría vacío.
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