18 octubre, 2024 VIERNES DE LA SEMANA XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO / CICLO B
San Lucas Evangelista
Discípulo de San Pablo, considerado tradicionalmente como autor del Evangelio según San Lucas y de los Hechos de los Apóstoles. Desde antiguo tuvo fama de artista y se le atribuyeron las primeras representaciones pictóricas de la Virgen María.
Evangelio de hoy
Lucas 10,1-9
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él.
Y les decía:
«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa.
Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: “El reino de Dios ha llegado a vosotros”».
Reflexión del Evangelio de hoy
El abandono y la soledad
Es entrañable y duro el testimonio personal en los años finales de la vida de san Pablo. Las cartas a Timoteo y la carta a Tito son las denominadas cartas pastorales. Están dirigidas a personas concretas, en un tono cercano y afectuoso, pero son cartas destinadas a los responsables de las distintas comunidades de cristianos que se habían ido conformando, escritas probablemente a finales del siglo I e inicios del II.
El texto que recoge la liturgia de este martes expresa, de una forma tremendamente humana y entrañable, peticiones y recomendaciones muy personales de Pablo a Timoteo, y la situación que está viviendo. Hoy es la fiesta de san Lucas, y Pablo lo nombra expresamente: “Lucas es el único que está conmigo”. El apogeo de los viajes misioneros se ve ahora apagado por la marcha de unos, el envío de otros a diferentes lugares, y el abandono de Pablo a su suerte en el inicio del largo proceso penal que le llevaría a Roma y a la muerte.
Hay una frase que antecede y precede al texto de hoy: “Procura venir enseguida a mi lado”. Pienso que es importante tenerlo en cuenta para leer “entre líneas” esa súplica entre callada y doliente de Pablo como música de fondo de todo lo que expresa. Se siente abandonado y muy solo. Las personas nombradas dan realismo a ese sentimiento, las cosas que echa en falta, pero no le lleva a la amargura ni al desánimo. Expresa un sano realismo que se desprende de conocer a fondo la condición humana, de vivir el perdón y la confianza absoluta en el Señor, en el que siempre está ahí y es el centro y pilar de nuestra fe y entrega. Pablo sabe que no está solo, a pesar de todo, que el sostén que le da fuerza es el Señor, y valora y pide ayuda a aquellos en quienes confía y ama como hermanos. Pablo es testimonio vivo de que la promesa de Jesús se cumple:” siempre estaré con vosotros”.
Enviados
El mismo Lucas que acompañaba a Pablo, según la epístola a Timoteo, en esa etapa final de su apostolado, es el que ahora nos centra en el Evangelio en el envío que Jesús hace a los discípulos. Si la carta de Pablo se considera pastoral, este texto es una declaración explícita de cómo ha de ser esa misión evangelizadora. El evangelio de Lucas es el Evangelio del camino, y este es el mandato de Jesús: “Poneos en camino”. Son varios los aspectos que van definiendo cómo debe ser la misión: en comunidad (de dos en dos), preparando el encuentro con Jesús (a los lugares donde pensaba ir él), como servidores humildes (como corderos en medio de lobos), sin posesiones ni poder (no llevéis bolsa, ni alforja ni sandalias), propiciando el encuentro y la fraternidad (decid primero: “Paz a esta casa”), sin privilegios (comiendo y bebiendo de lo que tengan), haciendo el bien (curad a los enfermos) y anunciando la buena noticia del reino de Dios.
No sabemos bien cómo muchos de estos aspectos se han ido tergiversando, quizás motivados por criterios de poder, éxito o eficacia. Y la pureza de ese primer envío se ha ido tiñendo con las propias flaquezas y pecados de los enviados. Lo que sí sabemos es que siempre somos enviados nuevamente, y podemos volver a vivirlo con una pureza purificada, renovada en la confianza de que el Señor sigue diciéndonos: “¡poneos en camino!”.
Estamos todos llamados a dar testimonio de Aquel en quien creemos. Cuando nos entregamos y damos aquello que somos, por sencillo o pequeño que sea, un gesto de amor, una palabra de perdón, un servicio en la iglesia, en la comunidad, en la familia, una oportunidad de acogida, de diálogo y encuentro, una muestra de paz, un ministerio vivido con humildad…, estemos seguros que se multiplicarán como las semillas plantadas en suelo fértil, simplemente porque es don y todo don es bendecido por Dios.
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