VIERNES DE LA SEMANA XII DEL TIEMPO ORDINARIO / CICLO C

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VIERNES DE LA SEMANA XII DEL TIEMPO ORDINARIO / CICLO C

La compasión como eje del apostolado: Reflexiones de Mateo 9,9-13 - Siervas  de María de las Antillas

 

El seguimiento de Jesús no está reservado a unos pocos, ni depende de las cualidades que se tengan o del aprovechamiento que se haya logrado de las capacidades

 

Evangelio del día

 

Mateo (9,9-13)

 

En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
«Sígueme».

Él se levantó y lo siguió.

Y estando en la casa, sentado a la mesa, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaban con Jesús y sus discípulos.

Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos:
«¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?».

Jesús lo oyó y dijo:
«No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa “Misericordia quiero y no sacrificio”: que no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».

 

Evangelio de hoy en vídeo

 

Reflexión

«A tu descendencia daré esta tierra»

La primera lectura presenta ya a Abrahán en los años de ancianidad. Había fallecido su esposa Sara, se ocupó de darle digna sepultura y, a continuación, se centró en el arreglo del casamiento de su hijo Isaac. Quiso que su mujer procediera de la misma tierra que lo vio nacer, es decir, de Ur de los caldeos, en la actual Irak.

Una vez tomada esta determinación, mandó a su criado de confianza que se pusiera en camino para que desempeñara una negociación, pero excluyendo toda posibilidad de que su hijo Isaac abandonara el país en que habitaba por voluntad de Dios. En modo alguno podía salirse de cumplir con la voluntad de Señor, formulada de este modo: sal de tu tierra, porque multiplicaré tu descendencia, numerosa como las estrellas del cielo o las arenas de la playa.

Las pruebas que afectan a la fe son continuas. Es necesario que no se baje la guardia, sino que cada uno se ratifique en lo que, aunque parezca imposible para los hombres, para que el que es la fuente de la verdad y del poder es posible. De lo contrario, Dios no se hubiera comprometido en dar la tierra a su descendencia.

Puestos, sin embargo, en los caminos trazados por la voluntad divina, no se exime al hombre de trabajar poniendo su parte. En el caso de Isaac la principal y primera parte que le correspondía poner fue la de la oración. Suplicó en su plegaria para que la esterilidad de su esposa no fuera obstáculo en el cumplimiento de la promesa divina. Como es sabido, de la unión de Isaac con Rebeca, nació Jacob que estaba predestinado desde la eternidad para ser un patriarca en la cadena de la nueva humanidad.

San Mateo comenzó su Evangelio con estas palabras: «Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán. Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos» (Mt 1, 1-2). Ni Abrahán volvió la vista atrás hacia la tierra de la que salió por el mandato recibido, ni permitió en modo alguno que Isaac volviera hacia ella, ni siquiera para tomar esposa. Isaac, siguiendo a su padre, fue un orante en la larga cadena de los que, en el Antiguo Testamento, mantuvieron su fe. «Por la fe Abrahán, al ser llamado por Dios, obedecía y salió para el lugar que había de recibir en herencia, y salió sin saber a dónde iba» (Heb 11, 8).

La oración forma parte de los caminantes hacia la patria prometida que está más allá de los linderos del mundo que habitamos. Pero nuestra tierra es plataforma necesaria para el cielo, siempre que la usemos en nombre de Jesús y a su ejemplo.

«Mateo se levantó y lo siguió»

El seguimiento de Jesús no está reservado a unos pocos, ni depende de las cualidades que se tengan, del aprovechamiento que se haya logrado poniendo en juego las capacidades, desempeñando unas tareas con eficacia, habilidad para la negociación, éxito en las empresas. Cierto que todo lo verdadero y bueno viene de Dios como de su fuente y es la base para que se desarrollen en buena dirección los valores o cualidades humanas. Todo ello no es más que un preámbulo para secundar la llamada divina.

Hemos de convencernos de la que llamada a la existencia es, en definitiva, del que tiene poder para crear con inteligencia y bondad. Esta vocación es universal para el ser humano, que está dotado de alma racional, volitiva e inmortal. Pero hay una segunda llamada a vivir que complementa la primera. Este segundo llamamiento nos viene de Jesús, Dios que se encarna, se hace hombre para que todos los humanos lleguemos a ser hijos de Dios por adopción.

Si el imperativo a la existencia es para todos los hombres, la llamada a la filiación divina no excluye a nadie de los que en cada época pueblan el mundo. Todos llamados por Jesús: «No sois vosotros los que me habéis llamado, soy yo el que os he llamado a vosotros» (Jn 15, 9-17). Se trata de una llamada por amor y para vivir en el amor.

Mateo, sentado ante el mostrador de impuestos, fue uno de la totalidad de llamados. Seguramente no se fijó en él Jesús porque era buen contable, o porque tratara con amabilidad a los que tenían que encontrarse con él. Para algunos de los contemporáneos estaba clasificado entre los «publicanos y pecadores».

Pero Mateo siguió a Jesús a la primera. Bastó una palabra del Maestro: «Sígueme». No lo dudó ni un momento, no le exigió contrato alguno, ni presento condiciones: «Se le levantó y lo siguió». La docilidad está emparentada con la fe y él secundó la voluntad de Jesús, que no es torcida para nadie: «Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1Tim 2, 4).

En el tiempo que duró una sobremesa aprendió Mateo que no son los sanos los que tienen necesidad de médico, sino los enfermos, es decir, que Jesús ha venido a llamar a los pecadores —y todos los somos— para que nos convirtamos. Por el misterio de la encarnación del Hijo de Dios toda la «cosecha» de la humanidad ha quedado santificada por las «primicias» de Cristo, muerto y resucitado.

Fray Vito T. Gómez García O.P. – Convento de Santo Tomás (Sevilla)

Parroquia Sagrados Corazones
parroquia.sscc.madrid@gmail.com
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