Rezar por el papa Francisco

El papa está enfermo, y con ello se abre un tiempo de incertidumbre en la Iglesia y en el mundo, más allá de las conjeturas que tanto gustan a la prensa. Todos sabemos que esto se puede quedar en una anécdota de unos días en el hospital o en las complicaciones propias de una persona de edad avanzada, incluida la muerte que tarde o temprano acaba por llegar. Y es aquí, en este tiempo de incertidumbre, cuando la Iglesia nos invita a rezar a por el Santo Padre, para acompañarle en su dolor, para desearle una pronta recuperación, para encomendarle más si cabe a Dios.

Rezar es amar más allá del tiempo y del espacio. Por eso, detrás de este acto inútil para mucha gente, se esconden hermosos destellos de nuestro ser católico, sabiendo que hay otras causas, pero cada cosa tiene su tiempo. El papa es signo de la fragilidad y del pecado de Pedro, pero también del deseo de caminar siempre hacia delante con esperanza. De no tener miedo en navegar en un mundo incierto, pero sabiéndonos sostenidos por un Dios que mece con suavidad la barca de la Iglesia, aunque a veces las olas nos den miedo. Es la necesidad de personas que son mediaciones gracias a su vida, su sabiduría y su testimonio que tantas veces nos acercan a Dios. De unirnos como comunidad liderados por una persona trascendiendo culturas, ideologías y nacionalidades. De desear el bien para toda la Humanidad y de pensar más allá de nosotros mismos.

Ojalá que en este tiempo el papa pueda sentir la calidez de nuestro cariño y de toda la Iglesia. Porque amar al papa no es papolatría ni signo de una fe inmadura -más bien todo lo contrario-. Amar al papa es amar a la Iglesia, y al mensaje de Evangelio que se intenta anunciar. Amar al papa es recordar que en la Iglesia hay sitio para “todos, todos y todos”, y que detrás de su frágil salud está la sabiduría de un Dios que nos guía en la noche de la Historia y que nunca nos va a abandonar.

Yo rezo por el papa, ¿te animas a rezar por él?