14 agosto, 2024 REFLEXIÓN – ACTUALIDAD
«Acompañar el dolor«
Estar al lado del que sufre sabiendo que es necesaria la distancia que respeta y deja lugar a la expresión del dolor del otro; sentir la impotencia de que las palabras que puedes decir son menos importantes que el silencio; llorar y consolar lágrimas que a veces logran salir al exterior; estar cerca porque la ruptura interior que produce el dolor derrumba, hace tambalear los cimientos de la vida; dejar expresar el dolor sin prisa por querer escapar de la dureza del momento…
Y al mismo tiempo la importancia de consolar de maneras muy sencillas el sufrimiento propio y ajeno: abrazar transmitiendo al que lo haces que estás ahí para cuando necesite un hombro amigo para descansar; escuchar los recuerdos que la memoria va elaborando sobre la persona que has perdido, disfrutando de lo que oyes, de la mirada encendida en amor que narra la vida del ser querido; rezar juntos en silencio poniendo delante de Dios las preguntas que a veces, sin una respuesta clara, gritan en el corazón y descubrir el consuelo de la cruz de Cristo que acoge esas preguntas y nos consuela desde su propia experiencia de sufrimiento; leer la palabra de Dios y dejar que resuene en nuestro corazón para dar un sentido a lo que a ojos humanos es un sinsentido, y encontrar en ella luz, esperanza y fuerza…
La experiencia del dolor humano hace que surjan en el interior de la persona una diversidad de sentimientos que a veces parecen incompatibles. Pero todos ellos son reales y se van sucediendo en nuestro interior sin una ley que diga cuándo tienen que aparecer o desaparecer.
Acompañar en esos momentos te ayuda a descubrir cómo la fragilidad humana es tan grande que necesitas vivir siempre apoyándote en los demás para entre todos ser una comunidad que sabe celebrar juntos las fiestas y también sabe celebrar juntos el sufrimiento, el dolor.
Acompañar es sentir la fuerza de ser comunidad humana y cristiana que en los momentos duros de la vida vive con tanta fuerza el hecho de ser hermanos a los que no es ajeno nada de lo que le pasa al otro, y descubre que es posible acompañar el dolor desde la esperanza, el amor y la fe.
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