EVANGELIO Lunes de la XX semana del TO

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EVANGELIO

Evangelio según san Mateo 19, 16-22

En aquel tiempo, se acercó uno a Jesús y le preguntó:
«Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna?».
Jesús le contestó:
«¿Por qué me preguntas qué es bueno? Uno solo es Bueno. Mira, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos».
Él le preguntó:
«¿Cuáles?».
Jesús le contesto:
«No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo».
El joven le dijo:
«Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta?».
Jesús le contestó:
«Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes, da el dinero a los pobres —así tendrás un tesoro en el cielo— y luego ven y sígueme».
Al oír esto, el joven se fue triste, porque era muy rico.

REFLEXIÓN

He recibido esta palabra del Señor

Para que esto se materialice, tome cuerpo, va a ser necesario que acontezca lo que el profeta Ezequiel nos anuncia en la primera lectura: «He recibido esta palabra del Señor: “Di a la casa de Israel: Esto dice el Señor Dios: «Voy a profanar mi santuario, el baluarte del que estáis orgullosos, encanto de vuestros ojos, esperanza de vuestra vida»(Ez. 24, 20-21).

PROFANAR, es decir, deshonrar, hacer uso indigno de lo que se considera respetable. Resulta, cuanto menos, duro este lenguaje, pero pierde aspereza, tensión, cuando se esclarece hacia qué apunta el descrédito, la afrenta; no es otro que actuar sobre el EGO: ahí radica lo que constituye el encanto de nuestros ojos (en lo que nos deleitamos), baluarte del que estamos orgullosos y en donde tenemos puestas nuestras esperanzas mezquinas (el joven se fue triste, porque era muy rico).  Riqueza que no sólo señala los bienes materiales. Pueden ser de todo tipo: intelectuales, espirituales, corporales…

Consiste en no honrar lo que no tiene categoría de respetable, aunque se le da ese tratamiento, porque cuando se vive en la periferia de uno, no puede hacer otra cosa que mal vivir de postizos, adulaciones con germen demoníaco, postureos que van contra natura, es decir, contra lo genuino y original de cada uno y una.

De ahí que el Señor Dios nos tiene que sanar y para ello tenga que derribar, asolar, purificar todo lo que suponga dualidad, que tiene su origen cuando despreciamos la Roca que nos ha engendradosacrificando a demonios que no son dios(Dt. 32,17).  El salmista lo anunciará de forma muy plástica: “Cambiaron su gloria por la de un toro que come hierba”(Sal. 106,20).

Estupenda ingeniería la que se nos regala. Necio quien se queje del cincelado al que se le somete. Tiene mucho valor este proceso, porque en ello va el crecimiento de la persona, llegar a ser verdaderamente humano.

Se cuenta de un monje del desierto llamado Serapión que vendió el libro de los Evangelios, y dio el dinero a los que estaban hambrientos, diciendo: He vendido el libro que me mandaba vender todo lo que tenía y dárselo a los pobres.

Unos siglos después, cuando el hambre arreciaba en Palencia (España), repitió este gesto un joven castellano llamado Domingo de Guzmán, diciendo: No quiero estudiar sobre pieles muertas.

La vida no consiste en subir nota para cebar ego, sino en ser lo que estamos llamados a ser en permanente actualización: hijos en el Hijo siguiendo al Maestro, icono del Hombre perfecto. Para ello hay que rechazar de plano el ser falso y convencional salido de la presión social de «el mundo» que nos tiraniza con los debes y tienes.

 

 

 

 

 

 

 

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