El conjunto de vidrieras
El perímetro del templo está rodeado de vitrales que constituyen, sin duda alguna, uno de los conjuntos de vidrieras más importante del arte de nuestro tiempo.
Las vidrieras del presbiterio son obra de Sánchez Molezún y en ellas el artista juega con el simbolismo de los colores. Color blanco: gloria, triunfo y victoria. Color violeta y morado: dolor y sufrimiento. Color rojo: la sangre derramada por amor.
La gran vidriera del fondo del templo recuerda, por su colocación, los rosetones de las construcciones románicas y góticas. Es obra de Muñoz de Pablos. De estilo más bien figurativo, es la plasmación del misterio trinitario y del carisma de la Congregación de los Sagrados Corazones: Contemplar, Vivir y Anunciar el Amor de Dios manifestado en el Corazón de Jesús y en el Corazón de María. La figura de Dios Padre, con un gran corazón rojo, domina la escena. Su amor creador se derrama en los cuerpos astrales y en los elementos vegetales que circundan la composición.
Ese amor de Dios, al pecar el hombre, se hace también redentor, derramándose en el Corazón traspasado de Cristo, situado a la derecha del Padre, con los brazos abiertos en cruz en gesto de abrazar el mundo.
La vidriera (20 x 13 m.) del paño del lado del evangelio también es obra de Molezún y en ella crea una sinfonía de luz a base de blancos y azules de diversas tonalidades, colores claramente emblemáticos de la Virgen.