
26 febrero, 2025 MIÉRCOLES DE LA SEMANA VII DEL TIEMPO ORDINARIO / CICLO C
La Iglesia no es el Reino de Dios, sino que está fundada para anunciarlo, para construirlo. En definitiva, para vivirlo con la ayuda de la Gracia.
Evangelio de hoy
Marcos 9, 38-40
En aquel tiempo, Juan dijo a Jesús:
«Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros».
Jesús respondió:
«No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro».
Reflexión del Evangelio de hoy
Los que sirven, sirven al Santo, y el que a ella se aplica, vivirá seguro
El texto que nos propone la Iglesia en el día de hoy es, una vez más, plenamente actual y adecuado para entender quién es Dios, lo que quiere del mundo, lo que quiere de mí. Y lo primero que llama la atención es esta frase que destaco: “los que sirven, sirven al Santo”. Porque Dios, el Creador Omnipotente, es, al mismo tiempo “Servidor del hombre” porque así lo ha querido y porque, ante todo, es Padre, nos quiere y nos enseña la grandeza del Amor, que es el servir, el darse sin esperar.
La grandeza del servicio como identidad profunda del creyente, del cristiano es algo que, sin embargo, muchas veces olvidamos en la vorágine del “poder” que caracteriza nuestro mundo y también, en no pocas veces, la Iglesia. Entre los principales títulos del Papa está el de “Siervo de los siervos de Dios” …que no es timbre de vanagloria, sino sobre todo de su elección como Vicario de Cristo.
Esta es la Sabiduría que Dios nos propone y que, a veces nos parecerá equívoca, infructuosa, que nos asusta, que exige demasiado de mi persona, que nos pone a prueba… pero en la que, si perseveramos, nos llena de alegría y nos adentra en el corazón de Dios como nos ha atestiguado sobre todo nuestro Señor Jesucristo.
… Hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir…
El mensaje del breve texto del Evangelio puede parecernos una paradoja o una contradicción, pero Jesús es tajante en este sentido: ¿qué es lo más importante: el mensaje o el mensajero? Evidentemente nosotros sabemos que Jesús personifica en Sí el Reino, no es solo un intermediario, pero los discípulos -nosotros- no y esto hay que afrontarlo con mucha humildad, pero también sentido profundo de lo que es y significa el Reino de Dios.
La Iglesia no es el Reino de Dios, sino que está fundada para anunciarlo, para construirlo. En definitiva, para vivirlo con la ayuda de la Gracia. Tenemos que ser humildes y reconocer que no tenemos el monopolio del Reino. Tampoco de las buenas obras, del trabajo abnegado y desinteresado por los demás, la lucha contra las esclavitudes que siguen haciendo sufrir a los hombres. Todos conocemos personas no cristianas, incluso que se declaran ateas, que hacen la obra de Dios y es preciso -lejos de censurarlas-, colaborar con ellas a la obra del Reino, invitarlos a que colaboren con nosotros. Sin complejos, sin etiquetas, pero con la impronta de Cristo en el corazón por la Gracia.
Siempre haré memoria agradecida del “papa bueno” San Juan XXIII que, con la gran intuición del Concilio, abrió las puertas de la Iglesia de par en par al mundo, a tantos y tantos hombres y mujeres que, en gran parte sin saberlo o asumirlo, buscaban el Reino de Dios anunciado por Cristo.
Mensaje a la Iglesia y al mundo de Juan XXIII en la inauguración del Concilio
«El Concilio que comienza aparece en la Iglesia como un día prometedor de luz resplandeciente. Apenas si es la aurora; pero ya el primer anuncio del día que surge ¡con cuánta suavidad llena nuestro corazón! Todo aquí respira santidad, todo suscita júbilo…
Al mismo tiempo vemos las dignísimas personalidades, aquí presentes, en actitud de gran respeto y de cordial expectación, llegadas a Roma desde los cinco continentes, representando a las Naciones del mundo.
Quiera el Cielo que todos vuestros esfuerzos y vuestros trabajos, en los que están centrados no sólo los ojos de todos los pueblos, sino también las esperanzas del mundo entero, satisfagan abundantemente las comunes esperanzas».
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