MIÉRCOLES DE LA SEMANA III DE PASCUA / CICLO C

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MIÉRCOLES DE LA SEMANA III DE PASCUA / CICLO C

Lectura del Santo Evangelio según Juan 6,35-40- Miércoles de la 3ª semana  de Pascua - Arquidiócesis de Cali

 

Cristo está a nuestro lado, nos habla, nos da signos, pero no los terminamos de ver. ¡Son tantos que los “vemos y no creemos”!

 

Evangelio del día

 

Juan 6, 35-40

 

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis.

Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.

Ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día.

Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día».

 

Evangelio de hoy en vídeo

 

Reflexión

 

Se desató una violenta persecución

Es la historia continua de la Iglesia. Las persecuciones siempre han estado presentes desde el primer momento. Cristo es una imagen incómoda y parece que siempre molesta a algunos, generalmente, poderosos. Saulo es uno de los más encarnizados perseguidores de los fieles de Jesús. No debemos olvidar que Jesús había sido ejecutado en defensa de una presunta fidelidad a la Ley y al Templo. Una circunstancia que se dio, se da, y se dará a lo largo de la historia. Siempre aparecerá algún iluminado que, creyéndose el brazo de Dios, se constituirá en “defensor de la fe”, y, en nombre de Dios llegará a cometer tremendas barbaridades, seguramente con la mejor de las intenciones, pero lejos de la verdad. No tenemos que caminar mucho en el tiempo ni el espacio, para encontrarnos una comunidad de monjas de clausura que se declaran contrarias al papa actual y a sus antecesores; hace unos días un sacerdote fue apaleado en una ciudad andaluza. Otro día un hombre trepó al altar de San Pedro, en pleno Vaticano tirando al suelo el crucifijo y los candelabros que lo presidian. La furia anti-cruces desatada en las autoridades de tantos pueblos y ciudades, ¿no van por ese camino?

Sin embargo la Iglesia de Cristo sigue progresando, aunque no haya ningún Felipe haciendo curaciones. Cristo está presente en nuestra historia, en nuestro tiempo y, sus enemigos no ganarán la partida, aunque, de momento, lo parezca. Puede que haya que esperar, como me dijo un sacerdote diocesano, que se destruya el templo, pera que renazca la Iglesia. Al final, Christus Vincit. Yo, al menos, no lo dudo y lo espero.

Pero como os he dicho me habéis visto y no creéis

Esta es la cuestión: Cristo está a nuestro lado, nos habla, nos da signos, pero no los terminamos de ver. Cada día despertamos ¡vivos!, ¡primer milagro diario!; abrimos los ojos y la luz del día nos inunda, pero nos pasa desapercibido este segundo milagro, también diario. Puede que en nuestra ventana haya una maceta florecida, y, ahí, tendremos otro milagro. Pronto oiremos la vida a nuestro alrededor y ya los milagros son incontables y se suceden sin solución de continuidad, pero nos cuesta ver la mano de Dios en todos y cada uno de ellos. ¡Son tantos que los “vemos y no creemos”!

En el fragmento que leemos hoy, se repiten dos frases, en español iguales, en arameo no sé cómo sonarían, pero en ambas Jesús nos dice: “¡… y yo lo resucitaré en el último día!” Esto del “último día” siempre me ha traído problemas: ¿Dónde está el último día? Creo que serán miles las homilías en las que se me identifica ese último día con un fin del mundo total y absoluto, para todos y cada uno. Un día en el que resucitaremos todos los buenos, algunos dicen: “con los mismos cuerpos y almas que tuvimos”. ¿Qué tuvimos cuándo?, porque mi cuerpo octogenario no sé si me anima a esa resurrección, y esperar tanto tiempo se me hace largo…

Si cuando cierro los ojos a esta vida humana me integro en la “Eternidad” de Dios, ¿tendré que seguir, no sé dónde y no sé cómo, esperando esa resurrección universal o ya estaré en ese eterno “ahora” de Dios y, por lo tanto, resucitado?

Hace cinco largos años, murió mi esposa, unos días antes de celebrar nuestras boda de oro. En su “funeral”, pedí al celebrante que evitara el color morado, le dije que no creía en la muerte, pero sí en la resurrección. Todos los que nos acompañaban en aquella celebración pudieron escuchar a un viudo, con su esposa aún insepulta, que daba gracias a Dios por los años vividos juntos, por los hijos y nietos todos presentes en el acto, y porque sabía que ella ya estaba resucitada al lado del Padre. Aunque las lágrimas estuvieran presentes y la voz se quebrara en algunos momentos, aquel canto de vida y esperanza resonó en muchos oídos y en algunos corazones.

¡Aclama al Señor tierra entera!

D. Félix García O.P. – Fraternidad de Laicos Dominicos de Viveiro (Lugo)

Parroquia Sagrados Corazones
parroquia.sscc.madrid@gmail.com
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