MARTES DE LA SEMANA XVI DEL TIEMPO ORDINARIO / CICLO B

Vidrieras

MARTES DE LA SEMANA XVI DEL TIEMPO ORDINARIO / CICLO B

El que permanece tiene vida eterna

Juan 15, 1-8 – Boosco.org

 

Es evi­dente que no son nuestras ideas las que van a salvar al mundo y que tampoco nosotros mismos conseguiremos salvarnos con nuestras pro­pias fuerzas. Pidamos, pues, al Señor permanecer siempre unidos a Él, recordando siempre sus palabras, que son palabras de vida eterna.

Evangelio del día

 

Juan 15, 1-8

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.

Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.

Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.

Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.

Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».

 

Reflexión del Evangelio de hoy

 

Cristo me da la vida

Estas líneas exponen la tesis central de la carta a los Gálatas: la justificación es concedida a los hombres por la fe en Cristo Jesús, no por la práctica de las obras de la Ley.

La justificación está presentada aquí en dos aspectos: como una liberación (muerte) de la Ley y como una vida para Dios en Cristo.

La Ley, dice Pablo, exigía la muerte del pecador. Cristo muere por exi­gencias de la Ley. Los cristianos, en virtud de su incorporación a Cristo, mueren con él (con-crucificados», «con-muertos»…). Pero como la muerte de Cristo se consuma en su resurrección, así el cristiano, «con-resucita» con él a una vida nueva, que es ya la vida en Cristo.

 

El que permanece tiene vida eterna

Jesús repite continuamente la palabra permanecer.

La evidente com­paración de la vid y los sarmientos y la realidad de nuestra pobreza y debilidad frente a la riqueza y a la vida de Dios, nos fuerzan a admitir esta gran verdad: que si no estamos unidos al Hijo, que nos comunica la vida de Dios, nuestra vida no dará frutos, ni siquiera hojas.

Pero luego, metidos en nuestros respectivos trabajos y en las prisas de la vida, todos tendemos a olvidarla. Y más de una vez nos sorpren­demos intentando vivir la vida a nuestra manera y con nuestros pro­pios recursos.  O tal vez predicándonos a nosotros mismos al mismo tiempo que pretendemos dar testimonio de Cristo.

Sin embargo es evi­dente que no son nuestras ideas las que van a salvar al mundo y que tampoco nosotros mismos conseguiremos salvarnos con nuestras pro­pias fuerzas.

Pidamos, pues, al Señor permanecer siempre unidos a Él, recordando siempre sus palabras, que son palabras de vida eterna.

Fr. Carlos Oloriz Larragueta O.P. – Convento de la Virgen del Camino (León)

Parroquia Sagrados Corazones
parroquia.sscc.madrid@gmail.com
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