MARTES DE LA SEMANA VII DE PASCUA / CICLO C

Vidrieras

MARTES DE LA SEMANA VII DE PASCUA / CICLO C

Saint Charles Lwanga | Ascension – Sacred Art by Tianna Williams

San Carlos Lwanga

 

San Carlos Lwanga o Luanga,  (1860 o 1865​ – 3 de junio de 1886) fue un catequista católico de Uganda mártir por su fe. Había nacido en el reino de Buganda, en la parte sur de la moderna Uganda, y sirvió como paje en la corte del rey Mwanga II.

El rey Mwanga comenzó una severa campaña para que los cristianos, recién convertidos por los Padres Blancos, abandonaran su fe, y ejecutó a muchos anglicanos y católicos entre 1885 y 1887. Muchos de ellos eran funcionarios de la corte del rey o muy cercanos a él, como es el caso de Lwanga.

Después de una masacre de anglicanos perpetrada en 1885, Joseph Mukasa, laico católico en la corte, reprochó al rey su acción. Mwanga decapitó a Mukasa y se detuvo a todos sus seguidores. Lwanga asumió las funciones de Mukasa, bautizando en secreto a los catecúmenos el 26 de mayo de 1886.

Por esa acción, Carlos Lwanga y otros 11 católicos fueron quemados vivos el 3 de junio. Otro católico, Mbaga Tuzinde, fue golpeado hasta la muerte por negarse a renunciar al cristianismo, y su cuerpo fue arrojado al horno para ser quemado junto con Lwanga y sus 11 compañeros.​ Una de las razones que exasperaron al rey contra los cristianos fue su negativa a participar en actos homosexuales, habituales en la corte.​

Carlos Lwanga y sus 21 compañeros católicos fueron canonizados en 1964 por el papa Pablo VI. Aunque los mártires anglicanos no fueron, lógicamente, canonizados, su martirio fue también reconocido por el papa. La comunión anglicana y la iglesia luterana incluyeron a Carlos Lwanga y a todos su compañeros, anglicanos y católicos, en sus respectivos calendarios de santos.​

El evangelio de hoy tiene un fondo de esperanza, la que transmite Jesús a sus discípulos, los que le han acompañado y los que han sido sus amigos

Evangelio del día

 

Juan 17, 1-11a

 

En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, dijo Jesús:

«Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a todos los que le has dado. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo.

Yo te he glorificado sobre la tierra, he llevado a cabo la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía junto a ti antes que el mundo existiese.

He manifestado tu nombre a los que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado.

Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste, porque son tuyos. Y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti».

 

Evangelio de hoy en vídeo

 

 

Reflexión

“No sé lo que me pasará allí”

Cuando se leen despacio Los Hechos de los Apóstoles, pareciera que estamos leyendo una novela de aventuras de las primeras comunidades cristianas. Pero no. Es una narración bien pensada y estructurada por Lucas, donde Pablo es uno de los principales protagonistas; quizá sería más propio decir “agonista”, equivalente a luchador, combatiente cual más ante las vicisitudes que la predicación conlleva y que él experimentó en carne propia. Pablo no quiere volver a Éfeso donde pasó tres años y dejó bien asentada la comunidad; pero sí quiere despedirse de los responsables de la comunidad y los reúne en Mileto. A ellos abre su corazón dolorido y agradecido.

Su tono es de despedida, de testamento espiritual. Hace repaso de su vida en voz alta. No hay reproches en sus palabras. Parte para Jerusalén, sin saber bien lo que allí le va a pasar, pero intuye y es consciente de que allí donde va, le esperan tribulaciones, acusaciones y, tal vez, prisión. No le importa con tal de que la fidelidad al Señor Jesús y su evangelio llegue a buen término. Confía en la fidelidad de los responsables de la comunidad. Ese final: “no me hago responsable de lo que os suceda en adelante”, no quiere decir que se lave las manos y no quiera saber más de ellos. No. Es signo claro de la confianza que en ellos ha puesto y que, si no se apartan de la doctrina que les ha enseñado, podrán mantener la fe, la cohesión, la vida y buena noticia de Jesús en las comunidades por él fundadas.

Los tonos de despedida siempre tienen un no sé qué de nostalgia y tristeza comprensible. Pablo, a pesar de su fortaleza interior, tiene su corazoncito y le duele dejar a los responsables un tanto desvalidos. Saber partir es una sabia actitud cristiana porque la misión evangelizadora impele a ir siempre más allá, dejándose llevar por el Espíritu de Dios que nunca falla.

«Te ruego por ellos»

El evangelio que hoy proclamamos es una oración compuesta de varios retazos, que Juan pone en boca de Jesús; es un “tengo que irme, pero no quiero dejaros solos”.  Como en el caso de Pablo en la primera lectura, tiene también tono de despedida. Suele decirse que las peores despedidas son aquellas que no se dijeron. No es el caso, como hemos visto de Pablo, y menos de Jesús, aunque “haya llegado la hora”. Jesús da gracias al Padre por haberle dado a conocer a los que conoció y llamó por su nombre de forma directa, sin reproches por ser como eran, porque aceptaron su palabra y lo aceptaron a él, Jesús, como la Palabra del Padre.

En esta oración/súplica Jesús ruega por sus amigos de los que le duele separarse. ¡Cuánta humanidad en este Jesús joánico!  Todo el evangelio de Juan es un tratado sobre la amistad. Sin ella, la “buena noticia” no tendría sentido alguno. Hay un tira y afloja en todo el texto que nos da el tono sensible de Jesús, por eso les promete que su Espíritu, el de Dios, estará siempre con ellos. Pentecostés está a la vuelta de la esquina.

Hay honda querencia en Jesús por los que le han acompañado, por los que han sido sus amigos.  Hay una resistencia a separarse. “La vida me ha enseñado a decir adiós a la gente que quiero, sin sacarlos de mi corazón”. (Ch. Chaplin). Eso hizo Jesús, porque sabía que era un “hasta luego”. Y en ello seguimos. A los lectores de este comentario, para no alargarme demasiado, les sugiero que lean (por extraño que resulte) el poema de Pedro Salinas: “Serás amor un largo adiós que no se acaba…” Ayuda a comprender esta oración de despedida de Jesús. Porque el evangelio de Juan es, también, poesía desde el inicio.

¿En qué medida cumplo en mi vida lo de Pablo: “he cumplido el encargo que me dio el Señor, ser testigo del Evangelio”? El evangelio leído tiene un fondo de esperanza, la que transmite Jesús a sus discípulos. Repásalo y escribe la frase que más te haya llegado al corazón.

Fray Salustiano Mateos Gómara O.P. – Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)

Parroquia Sagrados Corazones
parroquia.sscc.madrid@gmail.com
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