14 mayo, 2024 MARTES DE LA SEMANA VII DE PASCUA / CICLO B
San Matías
Matías, según los Hechos de los Apóstoles, fue elegido apóstol después de la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret para sustituir a Judas Iscariote tras su traición a Jesús y su posterior suicidio.
Su nombre significa regalo de Dios. Aparece Matías en el Nuevo Testamento cuando entró en el grupo de los Doce (Hechos 1,21-26). Según los requisitos exigidos en este texto Matías debió de ser un discípulo de la primera hora y, en términos generales, seguir, en compañía de los Doce.
A la muerte de Jesús, y a los pocos días de la Ascensión, San Pedro reunido con la comunidad cristiana en Jerusalén explicó que, según estaba previsto en las Escrituras (Salmos 41:9), uno de los Apóstoles había prevaricado (Hechos 1:17-25), y que otro había de reemplazarle: «Sean sus días pocos, tome otro su oficio» (Salmos 109:8); por tanto, se imponía una elección. Se propusieron dos nombres: «José, por sobrenombre Barsaba, llamado Justo, y Matías». Se pronunció una oración dirigida al Señor para que manifestase su voluntad acerca de elección del nuevo Apóstol, lo mismo que antaño con la de los Doce primeros (Mc 3,13-19, par.), y se dejó al procedimiento de las suertes, corriente ya en el Antiguo Testamento (cfr. los 7,14.16; 14,2; lo 1,7), la manifestación de dicha voluntad. Ésta fue que la vacante de Judas la cubriese Matías.
Evangelio de hoy
Juan 15, 9-17
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Este es mi mandamiento:
que os améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca.
De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros».
Reflexión del Evangelio de hoy
Soy yo quien os he elegido
El relato del discurso de Pedro para la elección de Matías de esta primera lectura, nos invita a comprender el sentido de esta apostolicidad de la Iglesia. Lectura que, puesta en el tiempo de la Pascua, lo sitúa en la vida de la Iglesia naciente.
Era necesaria la condición de haber acompañado a Jesús durante su vida pública que comienza con el bautismo de Juan, y haberlo visto resucitado. Y haber sido elegido agregado al grupo de los doce, que significa, por la referencia al número de las tribus de Israel, la nueva reunión mesiánica en torno al mesías reconocido como Hijo del Dios vivo.
Toda la liturgia insiste en el tema de la elección: “que podamos alegrarnos de tu predilección al ser contados entre tus elegidos”; “dígnate recibirnos en la parte de la suerte de tus santos”.
Damos gracias a Dios por haber sido elegidos también nosotros entre millones de hombres, para esta comunión de fe apostólica, pues es un sentimiento inspirado en la celebración de esta fiesta. A la gratuidad de la elección ha de corresponder igual gratuidad por nuestra parte.
Yo os amé primero
En la fiesta de San Matías la Iglesia nos invita a meditar sobre el sentido profundo de nuestra vocación cristiana. Allá donde muchos cristianos no ven más que la pesada carga de unos mandamientos, Jesús nos invita a descubrir el misterio más profundo de la vida divina, que es el amor.
La víspera misma de su muerte Él se ve a sí mismo envuelto en un amor infinito y sujeto a una sola misión: transmitir a todos sus hermanos y hermanas ese mismo amor.
Creer en este amor y vivirlo día a día produce un fruto infalible: una profunda alegría. Aquí Jesús nos revela su secreto más íntimo: si fue pobre y desprendido de todos los bienes de este mundo, no lo fue por un absurdo deseo de mortificarse, sino porque estaba literalmente sumergido por una alegría tan grande que todo lo de este mundo pasaba totalmente inadvertido. Y sólo deseaba una cosa: vernos disfrutar de esa misma alegría.
“Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a su plenitud”.
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