LUNES DE LA SEMANA XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO / CICLO B

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LUNES DE LA SEMANA XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO / CICLO B

Aquí hay uno que es más que Jonás – Ecos de la Palabra
El cristianismo naciente tuvo que elegir entre mantener la idea de Dios heredada del Antiguo Testamento y una compresión nueva del creyente.

 

Evangelio de hoy 

Lucas 11, 29-32

 

En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles:

«Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Pues como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación.

La reina del Sur se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y hará que los condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.

Los hombres de Nínive se alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la condenen; porque ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás».

 

Reflexión del Evangelio de hoy

 

Acabo de leer un breve ensayo del moralista del siglo XIX John Stuart Mill titulado “Sobre la utilidad de la religión”. En su desarrollo, mantiene Mill la tesis de dos cristianismos, a saber, el de los evangelios y el que él llama “paulinismo” (esto es, el de las epístolas paulinas que componen la mitad del Nuevo Testamento). En su ideario, el primero (a sus ojos el verdaderamente valioso desde el  punto de vista de la moral que propone) habría quedado postergado por el “paulinismo” que habría preponderado en los estadios de formación de la Iglesia y que sería de una calidad moral inferior.

En un punto efectivamente acierta Mill, el que el influjo de Pablo fue decisivo en la conformación de la teología eclesiástica hasta el punto de que puede afirmarse confiadamente que el paulismo es la teología que dio forma al cristianismo que habría de perdurar hasta hoy. No obstante, Mill se equivocaría parcialmente al distanciar demasiado la teología (y la consiguiente propuesta moral) de los evangelios de la visión paulina; ciertamente esto no se da en absoluto en el evangelio de Juan, que, siendo el más tardío, explicita un contenido teológico más desarrollado, teología que no es sino la paulina. ¿Cuál seria, frente a esta teología paulina, la alternativa a considerar? La previa a Pablo, esto es, la teología heredada del Antiguo Testamento, la cual ciertamente, se encuentra más presente en los evangelios de Marcos, Mateo y Lucas, aunque entreverada dentro de una matriz teológica paulina.

Obviamente no vamos a entrar en este espacio a delimitar los caracteres de ambas teologías, pues no es mi pretensión, pero notemos que en la liturgia de hoy tenemos precisamente una representación de ambas teologías en las dos lecturas. En la primera, Gálatas, queda patente la clave del planteamiento teológico de Pablo: la libertad. La libertad, ¿con respecto a qué? Con respecto a la Ley antigua, la Ley del Antiguo Testamento, la cual determina una imagen de Dios, el Dios del Antiguo Testamento, frente al cual, el Jesucristo de Pablo define una imagen nueva de la divinidad y, lo que es más relevante para un moralista como Mill: define una actitud moral nueva marcada por esa libertad respecto a la Ley antigua (o lo que es lo mismo respecto a una idea veterotestamentaria de Dios)

Por su parte, el pasaje extraído hoy del evangelio de Lucas, expone rasgos de la teología heredada del Antiguo Testamento (la Ley y los Profetas), en la que se enraíza la tradición de la nueva religión.

Dicho lo cual, si hacemos la prueba de leer sin gran detenimiento ambas lecturas seguidamente y hacemos una encuesta a continuación pidiendo escoger de forma espontánea una de ellas, sería muy probable que la mayoría de los lectores escogieran sin mayor deliberación la carta paulina. No es necesario hacer muchas cábalas para explicar el porqué de esta estadística: simplemente nos suena mejor, nos resulta más grato. Se trata de la diferencia entre la positividad del lenguaje (y del contenido que este expresa) de la carta de Pablo (la mera idea de libertad, sin más explicación atrae nuestra simpatía) versus la negatividad contenida en el pasaje del evangelio, tanto en su tono, como en la materialidad del mensaje que manifiesta. Retomando la explicación anterior, es fácil advertir que ambos textos están poniendo delante de nosotros dos teologías, esto es, dos ideas de Dios que no se concilian fácilmente y entre las que nos sentimos impulsados a escoger.

Pablo hizo lo propio: escogió, y en su escoger, realizó una propuesta arriesgada; a su entender, el cristianismo naciente había de elegir entre mantener la idea de Dios heredada del Antiguo Testamento y contenida en la Ley (una imagen ambigua de misericordia-venganza) o separarse radicalmente de esta imagen y configurar desde Cristo una imagen rotundamente nueva, con un lenguaje nuevo, una compresión nueva y, especialmente, una vida nueva para el creyente en tal concepción de Dios, vida que Pablo caracteriza como la vida del hombre que se sabe poseedor de una conciencia libre y sin temor.

Podríamos ahora encararnos con Mill y preguntarle si sigue pensando que la propuesta moral paulina es en sí inferior a la de los evangelios. También podríamos preguntarle si entiende ahora por qué fue la teología paulina la que se impuso en la construcción de la Iglesia; para nosotros la respuesta es clara: porque supieron elegir.

Fr. Ángel Romo Fraile – La Virgen del Camino (León)

Parroquia Sagrados Corazones
parroquia.sscc.madrid@gmail.com
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