26 agosto, 2024 LUNES DE LA SEMANA XXI DEL TIEMPO ORDINARIO / CICLO B
Hoy es…
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 23,13-22
En aquel tiempo, Jesús dijo:
«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que viajáis por tierra y mar para ganar un prosélito, y cuando lo conseguís, lo hacéis digno de la “gehenna” el doble que vosotros!
¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: “Jurar por el templo no obliga, jurar por el oro del templo sí obliga”! Necios y ciegos! ¿Qué es más, el oro o el templo que consagra el oro?
O también: “Jurar por el altar no obliga, jurar por la ofrenda que está en el altar sí obliga”. ¡Ciegos! ¿Qué es más, la ofrenda o el altar que consagra la ofrenda? Quien jura por el altar, jura por él y por cuanto hay sobre él; quien jura por el templo, jura por él y por quien habita en él; y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y también por el que está sentado en él».
Reflexión del Evangelio de hoy
Debemos dar continuas gracias a Dios por vosotros
Pablo fue un hombre increíble y un apóstol de Dios, pero usualmente no trabajaba sólo. Esa es la razón del comienzo de su carta donde menciona a los hombres con los que estaba trabajando. El mismo funda la iglesia de Tesalónica en su segundo viaje misionero. Sólo estuvo en la ciudad por un corto periodo de tiempo porque fue forzado a irse por los enemigos del evangelio. Sin embargo la iglesia tesalonicenses seguía viva y activa. De ahí su profunda preocupación por esta joven iglesia reflejada en su escrito. Pablo consideró importante organizar a estos recién convertidos en una comunidad de interés mutuo,cuidado y compañerismo. Pensar en esta iglesia llenaba el corazón del apóstol de gratitud , porque sabía que esté trabajo iba más allá de sus habilidades y que era obra de Dios. Había un innegable trabajo del Espíritu Santo y un cambio maravilloso en sus vidas. Su fe producía obras y su amor producía trabajo. Por esta razón les recuerda que Dios los amaba y que los había elegido. Aún por encima de adversidades y obstáculos los tesalonicenses recibieron la Palabra y supieron cuidarla, vivirla y multiplicarla. Ejemplo donde hoy podrían reflejarse nuestros comunidades cristianas, tan llenas de miedos y pesimismos para contar con valentía las maravillas del Señor a todas las naciones.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!
El Evangelio nos ofrece una visión penetrante de las advertencias de Jesús a los escribas y fariseos. Estás palabras siguen siendo relevantes hoy en día. Jesús critica abiertamente a los líderes religiosos de su tiempo por su hipocresía y falta de autenticidad. Los acusa de obstaculizar el camino de otros hacia la salvación. Este es un recordatorio para todos nosotros de que nuestras acciones y palabras tienen un impacto más allá de nosotros mismos. Sí actuamos de manera hipócrita e inauténtica, podríamos estar alejando a otros de la fe, en lugar de acercarlos a Dios. Porque nuestro problema, en muchas ocasiones, es que ni comemos ni dejamos comer.
La crítica de Jesús se dirige a la superficialidad de los escribas y fariseos. Se preocupan más por las apariencias externas y las reglas que por la verdadera esencia de la fe. Jesús señala su obsesión con los detalles menores, mientras ignoran lo que realmente importa. Este es un llamado a centrarnos en lo que realmente es central en nuestra vida de fe y no perder el tiempo en cosas superfluas y banales, muchas veces puestas como importantes para maquillar una pobre vivencia de Dios y el miedo a tener un auténtico encuentro con los demás. Jesús también aborda la cuestión de la autoridad y la responsabilidad. Los fariseos se perdieron en tecnicismos, olvidando que todo en el templo es sagrado porque Dios mismo lo hace sagrado. Esto nos recuerda que no debemos tomar a la ligera nuestras promesas o compromisos, especialmente cuando involucran a Dios o a los demás.
En resumen, este pasaje nos desafía a examinar nuestras propias vidas y actitudes. Nos llama a ser auténticos en nuestra fe, a centrarnos en lo que realmente importa y a ser responsables en nuestras acciones y palabras. Nos advierte contra la complacencia y la hipocresía, recordándonos que estamos llamados a ser luz del mundo y sal de la tierra. No se trata sólo de seguir reglas o de mantener las apariencias, sino de vivir una vida que refleje honestidad, misericordia y ternura a imagen de Dios.
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