
20 febrero, 2025 JUEVES DE LA SEMANA VI DEL TIEMPO ORDINARIO / CICLO C
El Señor, tras el diluvio pone la casa común a disposición para que el ser humano a imagen y semejanza de Dios, colabore en la conservación y mantenimiento de la creación, de acuerdo a las leyes de Dios impresas en la naturaleza.
Evangelio de hoy
Marcos 8,27-33
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino preguntó a sus discípulos:
«¿Quién dice la gente que soy yo?».
Ellos le contestaron:
«Unos, Juan el Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas».
Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy?».
Tomando la palabra Pedro le dijo:
«Tú eres el Mesías».
Y les conminó a que no hablaran a nadie acerca de esto.
Y empezó a instruirlos:
«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días».
Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Pero él se volvió y, mirando a los discípulos, increpó a Pedro:
«Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!».
Reflexión del Evangelio de hoy
Servirá de señal de la alianza
El texto de la primera lectura se sitúa en la primera parte del Génesis en que se narra la Historia de los orígenes del mundo y la humanidad (Gn 1-11), y nos presenta dos momentos tras el episodio del diluvio (Gn 6,5-8,22): La Bendición y la alianza.
En primer lugar, el Señor bendice a Noé y sus hijos con la fórmula que ya había utilizado para Adán y Eva: «Sed fecundos, multiplicaos y llenad la tierra» (Gn 9,1); «Vosotros, pues, sed fecundos y multiplicaos; pululad en la tierra y dominad en ella» (Gn 9,7) (cf. Gn 21,28). Con dicha bendición, se les invita a la fecundidad y con ello a la proliferación del ser humano hasta llenar y dominad la tierra. El verbo dominar en hebreo no tiene la connotación peyorativa que tiene en español y que ha llevado en ocasiones a abusar de los recursos de nuestra “Casa Común”; El vocablo “dominad” (rādāh) se refiere a la responsabilidad del rey que cuida a su pueblo como un pastor a su rebaño, con esmero y atendiendo las particularidades y necesidades de cada una de las ovejas (Ez 34,1-4; Sal 72,8-14). No es un disfrute arbitrario de lo poseído sino asumir la responsabilidad de velar por el bienestar de aquello sobre lo que se domina. El Señor, tras el diluvio pone la casa común a disposición para que el ser humano a imagen y semejanza de Dios, colabore en la conservación y mantenimiento de la creación, de acuerdo a las leyes de Dios impresas en la naturaleza.
En un segundo momento nos encontramos con la primera alianza que el Señor realiza, en este caso con la humanidad, no con su pueblo. Llama la atención que es una alianza unilateral; El Señor se compromete con el ser humano a no volver a aniquilar la tierra, pero no le pide a éste nada a cambio. Es una alianza en clave de promesa.
Toda alianza tiene un signo, ahora el signo será visible por cualquier persona desde cualquier parte del mundo: el arco iris. Es un recordatorio de la primera alianza que hizo el Señor con la humanidad, una alianza que se traduce en promesa de futuro. Cuándo lo vemos en el cielo, ¿hacemos memoria de esa alianza? ¿Somos capaces cada día de sabernos bendecidos por el Señor y acoger en lo más profundo de nuestro ser, su bendición?
Tu eres…
Estamos ante uno de los textos más emblemáticos del evangelio que recogen los tres sinópticos (cf. Mt 16,13-20; Lc 9, 18-21). Jesús hace la gran pregunta: cuál es la identidad de Jesús cuya respuesta va a desarrollar Marcos a lo largo de todo su evangelio. En la primera parte, el Mesías (Mc 8,29) y en la segunda, el Hijo de Dios (Mc 15,39).
En primer lugar, hace la pregunta aludiendo a la muchedumbre: ¿Quién dice la gente que soy yo? Los discípulos recogen las respuestas de lo que han oído, que son múltiples y variadas: Juan Bautista que ha resucitado, Elías, el profeta que vendría al final de los tiempos. Pero Jesús guarda para el final la gran pregunta: ¿Y vosotros quien decís que soy yo? Ya no es una cuestión para otros, sino que es una pregunta para los discípulos mismos, que no pueden evitar.
La respuesta la da Pedro, en nombre de todos, reconociéndolo como el Cristo, el Mesías. Para entender esta respuesta petrina tendríamos que tener en nuestra cabeza todo el imaginario que tenía un judío sobre el Mesías, el Ungido de Dios, el Enviado por el Padre para salvar a su pueblo. Recordemos la promesa hecha al rey David de un descendiente suyo que permanecería en el trono eternamente (2 Sm 7).
Pero Jesús quiere evitar la confusión de su mesianismo, por ello, a continuación hace el primero de los anuncios de la pasión (Mc 8,31-33). Jesús quiere transmitir que su mesianismo no es un mesianismo político y espectacular, sino que es un mesianismo en la línea del siervo de Yahvé (Is 42,1-9;49,1-7; 50,4-11; 52,13-53,12), un mesianismo en la debilidad.
La pregunta queda en el aire como un aldabonazo para cada uno de nosotros: ¿Tu quien dices que soy yo? Jesús no quiere que respondas con respuestas teórica aprendidas y memorizadas, sino que tu respuesta nazca de tu experiencia de Él: ¿Quién es Jesús para ti? ¿Qué lugar ocupa en tu vida? ¿Qué te aporta? Te invito a que cojas un papel y des rienda suelta a tu pluma.
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