JUEVES DE LA SEMANA V DE PASCUA / CICLO C

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JUEVES DE LA SEMANA V DE PASCUA / CICLO C

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Juan 15, 9-17

No hay mayor alegría que sentirse amado por Jesús, que él nos transmita y nos deje su alegría. Esta es la única manera en que la nuestra sea una alegría plena.  ¿Cómo permanezco en el amor y la alegría de Jesús?

 

Evangelio del día

 

Juan 15, 9-11

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.

Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud».

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Evangelio de hoy en vídeo

 

Reflexión

Los gentiles oyeran de mi boca la palabra del Evangelio, y creyeron

Como hemos visto en el libro de los Hechos de los Apóstoles, la admisión de los paganos a la fe cristiana, sin necesidad de someterles antes al rito de la circuncisión, suscitó controversias en el seno de la comunidad cristiana. El episodio de “la Asamblea de Jerusalén” (15,1-35) narra la forma en que la Iglesia primitiva resolvió la cuestión del bautismo de los paganos sin imponerles las prescripciones de la Ley.

En el relato de hoy, los apóstoles y presbíteros se reúnen para estudiar el asunto, examinan el problema y, después de una larga discusión, Pedro es el primero en tomar la palabra con un discurso que consta de dos partes. En primer lugar, expone lo sucedido (15,7-9) donde la experiencia con Cornelio es fundamental y en ella basa su argumento. Esta experiencia, conocida por todos, enseña que Dios lo escogió a él para que los gentiles oyeran la palabra del Evangelio, y creyeran. Dios, que conoce los corazones y por ello acepta «al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea» (Hch 10,35) implica que para el Señor no hay distinción de raza, pues la fe transforma los corazones y ello es lo esencial. En la segunda parte (15,10-11) hace ver que pedir más pruebas divinas es tentar a Dios, e imponer el yugo de la Ley es desobedecerlo, un yugo que, por otra parte, ni ellos ni sus padres han podido cumplir en su totalidad.

Después de un silencio general de aprobación, Bernabé y Pablo intervienen confirmando lo dicho por Pedro, contando cómo Dios había obrado signos y prodigios por medio de ellos entre los gentiles, signos escatológicos que confirman el plan de Dios. Para asegurar la convivencia en las comunidades donde haya judíos y gentiles, ellos piden que se imponga a estos últimos unas normas sobre algunos comportamientos que pueden herir la sensibilidad religiosa de los educados en el judaísmo.

Vemos como la comunidad cristiana va creciendo y la misión evangelizadora atrae a muchos gentiles a la fe. La convivencia no es fácil, pero ésta se vuelve una opción fraterna cuando ponemos a Jesús y su evangelio en medio de ella.

Como el Padre me ha amado, así os he amado yo

En el capítulo 15 del cuarto evangelio, Jesús inicia un bello discurso metafórico con la imagen de la vid y los sarmientos. La lectura de hoy, que pertenece a dicho discurso nos sugiere profundizar en las dos palabras que vertebran este pequeño relato: “amar” y “permanecer”.

Con respecto al amor, el evangelista hace una presentación de manera escalonada: Jesús anuncia a los discípulos que la fuente de su amor por ellos es el amor que el Padre le tiene. Una unidad amorosa que vincula a Aquel que envía con el Enviado. Puesto que el Padre ama a Jesús, Jesús manda a sus discípulos que formen parte de esa unidad permaneciendo en su amor. El amor de Dios Padre hacia Jesús es un amor infinito, sin límites, un amor de comunión plena y profunda, tal cómo Jesús ha mostrado a sus discípulos. La llamada a su seguimiento y su respuesta les ha hecho formar parte de la familia de Jesús y en consecuencia de su amor y un amor de amistad, de amigo como les dirá más adelante (15,14). De ahí que los discípulos han de permanecer en su amor.

Permanecer en el amor de Jesús, en medio de las dificultades, debe mostrarse en un modo de vivir determinado por los mandamientos del Maestro. Ser un discípulo que permanece en el amor de Jesús significa hacer algo, y este hacer se fundamenta en el amor de Jesús hacia ellos. La vida de Jesús se basa en cumplir los mandamientos de Dios, es decir, en haber hecho la voluntad del Padre. De este modo, los discípulos tienen que repetir, en su relación con Jesús, lo que siempre éste ha mantenido con el Padre: una reciprocidad de amor mostrado por el cumplimiento incondicional de su voluntad.

Permanecer en el amor de Jesús, implica el acceso de los discípulos a Jesús y al Padre. Tal como Jesús ha entrado en una alianza de amor con su Padre, así tienen que hacer también los discípulos. Jesús, es el Hijo obediente y fiel, es el amado del Padre y modelo para los creyentes. No hay mayor alegría que sentirse amado por Jesús, que él nos transmita y nos deje su alegría. Esta es la única manera en que la nuestra sea una alegría plena.  ¿Cómo permanezco en el amor y la alegría de Jesús?

Hna. Carmen Román Martínez O.P. – Congregación de Santo Domingo

Parroquia Sagrados Corazones
parroquia.sscc.madrid@gmail.com
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