14 marzo, 2024 JUEVES DE LA SEMANA IV DE CUARESMA / CICLO B
Acoger y amar a la Palabra de Dios es acoger y amar a Jesús mismo y amar al Hijo, es amar al Padre. De ese amor brota la vida eterna, el mayor regalo y reconocimiento que podamos recibir de Dios mismo.
Evangelio del día
Juan 5, 31-47
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos:
«Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es verdadero el testimonio que da de mí.
Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz.
Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado.
Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su rostro, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no lo creéis.
Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros.
Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ese sí lo recibiréis.
¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?».
Reflexión del Evangelio de hoy
Los becerros de oro actuales
La primera lectura relata un momento crucial en la historia del pueblo de Israel. En este capítulo, en el contexto de la Escritura se muestra cómo Moisés, quien se encontraba en el monte Sinaí recibiendo las Tablas de la Ley de Dios, regresa al campamento y descubre que el pueblo se ha desviado adorando un becerro de oro, circunstancia que provoca la ira de Dios, quien sugiere la destrucción de la nación. Pero Moisés, rogando misericordia a Dios y recordándole la promesa que le hizo a Abraham, Isaac y Jacob, actúa como mediador entre Dios y su pueblo Israel.
Este pasaje del Éxodo puede ser actualizado para nuestras vidas al ofrecer enseñanzas sobre la relación entre la Humanidad y Dios, así como sobre la importancia de la oración y la fidelidad.
Hoy en día, podemos encontrar paralelismos en la tendencia humana a apartarse de principios fundamentales o valores éticos, a menudo en busca de satisfacción inmediata o placeres mundanos. Similar al episodio del becerro de oro, las sociedades modernas a veces pueden caer en la adoración de ídolos contemporáneos, como la búsqueda obsesiva de riqueza, el materialismo, la tecnología, los “likes” en las redes sociales y el éxito a cualquier costo.
La paciencia y la misericordia divinas mencionadas en el pasaje nos recuerdan la importancia de la compasión y la tolerancia en nuestras interacciones cotidianas. En un mundo dividido, la llamada a la reconciliación y la comprensión mutua es reflejo de la gracia divina que perdona y busca la restauración.
En definitiva, la lectura del Éxodo nos sirve de recordatorio de que, a pesar de los cambios en la sociedad a lo largo del tiempo, las dinámicas fundamentales entre la Humanidad, la desviación de principios y la necesidad de oración y misericordia divina siguen siendo importantes en la vida moderna.
Buscando gloria
Juan relata sin tapujos la dureza de las palabras que Jesús dirige a los judíos, desenmascarando la actitud primigenia del corazón humano de buscar su propia gloria en lugar de la Gloria de Dios, negándose así la posibilidad de llenarse del Amor de Dios. Jesús llama a las Escrituras y a las obras que Él cumple como testigos de su misión. Es una llamada a la coherencia personal con respecto a la misión que Dios Padre le confía.
Lo mismo estamos invitados a hacer nosotros, buscar la Gloria de Dios ante todo y despojarnos de nuestro amor propio, para que sea su Amor el que more en nuestro corazón y nuestro testimonio sea creíble. Las Escrituras dan testimonio de Jesús, el Mesías, el “ungido”, el “enviado”. Acoger y amar a la Palabra de Dios es acoger y amar a Jesús mismo y amar al Hijo, es amar al Padre. De ese amor brota la vida eterna, el mayor regalo y reconocimiento que podamos recibir de Dios mismo.
Siempre hay otros dioses en nuestras vidas ¿cuáles son los tuyos?, ¿Hay coherencia entre mi vida y mi fe? ¿me siento enviado a dar testimonio de la Gracia de Dios?
Sorry, the comment form is closed at this time.