
30 enero, 2025 JUEVES DE LA SEMANA III DEL TIEMPO ORDINARIO / CICLO C
El Evangelio de hoy resalta la fuerza de la luz, su sentido y misión. La importancia de que lo oculto salga a la luz, se revele y se descubra toda la belleza que pueda estar escondida.
Evangelio del día
Marcos 4,21-25
En aquel tiempo, dijo Jesús a la muchedumbre:
-«¿Se trae el candil para meterlo debajo del celemín o debajo de la cama, o para ponerlo en el candelero?
Si se esconde algo, es para que se descubra; si algo se hace a ocultas, es para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga».
Les dijo también:
-«Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene”.
Reflexión del Evangelio de hoy
Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos
La liturgia de la Palabra nos exhorta a mantenernos firmes en la esperanza que profesamos porque quien hizo la promesa no conoce la infidelidad, ni defrauda ni decepciona, ni tampoco abandona a quienes en Él confían.
Este año 2025 está marcado por el Jubileo Ordinario de la Iglesia. Bajo el lema “Peregrinos de Esperanza”, el Papa Francisco nos recuerda e insiste en que la esperanza cristiana no defrauda. Sin embargo, no podemos quedarnos sencillamente ahí, es necesario ponernos en actitud peregrina, en movimiento. Un movimiento que no es necesariamente geográfico, pero que ciertamente debe existir en nuestro corazón y en nuestro vivir cotidiano. Es el peregrinaje de quien sabe en Quien ha confiado, de quien lo arriesga todo por seguir a Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios.
Un corazón sincero y lleno de fe
El autor de la carta a los hebreos nos invita a aproximarnos a Dios con un corazón sincero y lleno de fe porque por Jesucristo fuimos salvados. Claro está que lo primero que tenemos que percibir en nuestro interior es qué significa eso de que “he sido salvado”, si es una expresión a la que no le encuentro significado o si ya tiene un sentido que cala hondo en el propio ser.
La cuestión es que, teniendo la respuesta al tema de la salvación, nos encontramos con dos movimientos: el personal y el comunitario. Es imposible hacer el camino comunitario si no hay un proceso personal de crecimiento en la fe y de sinceramiento. Es encontrarse con la verdad de uno mismo en todas las dimensiones, también en el de la fe. Se trata de asumir en la propia vida la autenticidad del Evangelio que voy viviendo. Y este camino de crecimiento en el discipulado me compromete en la participación de los encuentros comunitarios, parroquiales, pastorales. El autor de la Carta insiste en no dejar de participar de estos encuentros porque necesitamos fortalecernos y estimularnos en la caridad y en las buenas obras. Vivir desde la fe es asumir un camino muy diferente al que se promueve en los días de hoy y necesitamos apoyarnos y sostenernos unos a otros en Cristo Jesús.
Para que salga a la luz
Todos sabemos de la importancia de la luz en un contexto de oscuridad. ¿Qué sería de nosotros si hoy, de forma colectiva, al llegar la noche nos encontrásemos sin energía eléctrica? Probablemente lo que el exceso de luz artificial esconde, se revelaría en su fuerza y esplendor: las estrellas del cielo, la luz de la luna…
El Evangelio de hoy resalta la fuerza de la luz, su sentido y misión. La importancia de que lo oculto salga a la luz, se revele y se descubra toda la belleza que pueda estar escondida.
La vida en la fe tiene mucha luz, por eso la tenemos que ofrecer para que ilumine lo cotidiano en la complejidad de tantas realidades que vivimos. Y así, lo que está oculto, puede salir y mostrar la autenticidad que lo caracteriza.
Eso sí, sin olvidar que la vida cristiana tiene su propia fecundidad y la medida que usemos, también la usarán con nosotros, y será con creces.
Sorry, the comment form is closed at this time.