
01 julio, 2025 GRUPO JOVEN SAGRADOS CORAZONES
GRUPO JOVEN SAGRADOS CORAZONES
En la frontera del despacho
El trabajo para gran parte de las personas es una parcela de su vida alejada de lo personal y más de su vida de fe. Siempre he sido una apasionada de mi trabajo, “una friki de la contabilidad, mi Excel y mis números” y un día, Dios puso en mi camino la forma de compatibilizar mi trabajo y mi vida más personal de fe, un lugar donde no solo puedo “hacer” sino también “ser”.
Mi caso es compartido con muchos compañeros, aquellos que formamos parte del PAS (Personal de administración y servicios) de los colegios. Ese personal a veces invisible pero tan necesario y que se siente (o debería) como un educador más que forma parte de una comunidad educativa que tiene una misión única para todos, la de contribuir a formar a hombres y mujeres para los demás. Cuando tu entorno son docentes, donde su profesión es algo donde la vocación es tan palpable, y se compara con un trabajo de papeles, precios, proveedores de servicios… nos sale pensar ¿qué podemos aportar nosotros a la misión de la Compañía? ¿Dónde queda Dios en esta tarea diaria que tenemos?
Un ejemplo muy presente para mí, manteniendo las distancias que ojalá nos pareciéramos más a él, es la historia de San Alonso Rodríguez, hermano jesuita que realizaba el humilde trabajo de ser portero del cole de los jesuitas en Mallorca y que se decía que cada vez que sonaba el timbre, miraba a la puerta e imaginaba que esos niños que entraban eran el mismísimo Dios y así vivía su trabajo hacia los demás, sirviendo a los demás como nos gustaría hacerlo con el Padre.
Por eso creo que Dios está y agradece el acompañamiento que hacemos a las familia que acuden a nuestras administraciones, Dios abraza el cariño con el que se recibe día a día a nuestros niños, Dios sonríe cada vez que ayudamos a un profesor para que pueda hacer en su clase esa actividad pastoral de la que ha cuidado cada detalle para ayudar a ese encuentro con Él, Dios se alegra cada vez que acompañamos a los docentes en tareas administrativas que no conocen (y siendo realistas no les gustan) o las tareas de cuidar los colegios para que estén limpios, bien mantenidos, vigilados y todas las actividades que se realizan cada vez que nuestros centros se abren a nuestros alumnos, y todo hacerlo con el corazón contento porque Dios nos acompaña en cada una de estas humildes tareas que conforman nuestro día a día.
Por todo esto, doy gracias a Dios por el trabajo de cada uno de mis compañeros y le pido a Dios que desde nuestro día a día, de cada uno de nosotros, nos ayude a que el ruido cotidiano de nuestra frontera particular no tape su voz y que guíe nuestras intenciones, decisiones y propuestas de forma que sean para más amarle y seguirle.
Marta Gómez-Millán
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