
11 junio, 2025 GRUPO JOVEN SAGRADOS CORAZONES
GRUPO JOVEN SAGRADOS CORAZONES
Si hay algún espacio universal y accesible para las personas de todo el mundo, de diferentes culturas, razas, religiones o clases sociales es el deporte. En este sentido se ha convertido en un lugar de encuentro. Momentos magnánimos como los Juegos Olímpicos o los Mundiales se convierten en puentes privilegiados entre las diferentes fronteras sociales, culturales o económicas. Lugares refugio donde cultivar valores como la paz, el respeto y la solidaridad. Lugares donde la inclusión social o física rompe fronteras y permite que gente con discapacidad, jóvenes en riesgo de exclusión o migrantes puedan formar parte de una misma realidad común, creciendo así en justicia y dignidad.
Aunque también se pueda ver “al otro lado de la frontera” la fuerza de la industria que quiere arrebatar la esencia del juego y la dignidad del atleta mercantilizándolo y convirtiendo el deporte en un negocio. Trampas, dopajes, o violencia extrema oscurecen las fronteras del deporte.
Pero no sólo es frontera social o cultural, el deporte también es espacio de frontera para la evangelización. En un mundo amenazado por la secularización, vemos casos de atletas que, de manera explícita, expresan su fe al decir que la oración y los sacramentos les ayudan, consuelan y transmiten paz porque sienten que Dios está con ellos en la pista, como hemos visto con varios atletas durante los JJ.OO de París.
Pero también de manera indirecta con el esfuerzo, sacrificio o búsqueda de sentido a través de los desafíos personales y grupales que tienen los deportistas. Ese desafío constante del atleta se convierte en un espacio de frontera para preguntas más transcendentales como: ¿qué sentido tiene mi esfuerzo?, ¿cuál es mi propósito?. El deporte, por lo tanto, se convierte en un lugar privilegiado para confrontarse con uno mismo y buscar respuestas más profundas que trascienden a lo meramente físico.
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