Estos días, tras la catástrofe de la DANA, hemos vivido una marea de solidaridad y de entrega que nos han emocionado y conectado con lo mejor del ser humano. Y a muchos nos refuerza en que es dándonos donde está el verdadera sentido de la vida.
Y mientras está realidad de solidaridad de la DANA nos sobrecoge por la gran respuesta social, me llama la atención que hace un rato me reenviaron un WhatsApp del banco de alimentos haciendo un último llamamiento para buscar voluntarios para la gran recogida de alimentos de este fin de semana, debido a que quedan aún huecos libres para cubrir.
Es evidente que las situaciones extraordinarias provocan y necesitan acciones extraordinaria para hacerles frente, pero quizás es necesario que percibamos que es en lo ordinario donde nos lo jugamos, porque es en nuestro día a día y en los contextos donde estamos, donde debemos asumir ese compromiso con los mas necesitados de las fronteras próximas.
Quizás debemos recuperar el valor de lo ordinario -aplicado a todo- como el lugar donde se pueden hacer cosas extraordinarias que tienen impacto directo: en nuestra familia, amigos, barrio, parroquia, trabajo, etc.
Ya el propio Jesús empezó su misión en su Galilea particular antes que en ningún otro sitio.
Agus Couto Picos
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