11 noviembre, 2024 LUNES DE LA SEMANA XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO / CICLO B
San Martín de Tours
Obispo
Panonia, hacia 317 – Candes (Francia), 8-noviembre-397
Fue monje antes que otra cosa y nos invita a mirar con ojos nuevos la vida religiosa. Como obispo, es ejemplo de cercanía y de falta de ambiciones terrenas. Su gran caridad despierta nuestra responsabilidad frente a la pobreza y la enfermedad.
“Tened cuidado”, advierte Jesús. Por eso, el perdón es fundamental, aunque cueste. Tenemos como ayuda la vida compartida, la vida de una comunidad de creyentes, la acción salvífica y restauradora, perdonadora, de la Eucaristía, de las acciones sacramentales, portadoras de la gracia y signo de reconciliación.
Evangelio de hoy
Lucas 17,1-6
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Es imposible que no haya escándalos; pero ¡ay de quien los provoca!
Al que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar. Tened cuidado.
Si tu hermano te ofende, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo; si te ofende siete veces en un día, y siete veces vuelve a decirte: “Me arrepiento”, lo perdonarás».
Los apóstoles le dijeron al Señor:
«Auméntanos la fe».
El Señor dijo:
«Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”, y os obedecería».
Reflexión del Evangelio de hoy
…que los elegidos lleguen a la fe y al conocimiento de la verdad
Durante los tres primeros días de esta semana vamos a leer parte de la Carta de San Pablo a su discípulo Tito. Este, fue convertido a la fe por Pablo. Es una carta breve, en cuyo primer capítulo, además del saludo inicial, se dan una serie de recomendaciones prácticas en torno a la fe y el conocimiento de la verdad. Todas esas realidades fundamentadas en la esperanza, que, junto con la caridad, forman el entramado clave de la vida cristiana con vistas a la vida eterna. Una vida eterna que comienza ya en esta vida, porque las actitudes de ahora se prolongan en la vida futura que esperamos.
Tito es el continuador de la predicación de Pablo. Toma el relevo para que ponga en orden la vida de la pequeña comunidad cretense y le dio el encargo de nombrar presbíteros, pero no a cualquiera, ni de cualquier forma, sino que supiese elegir los más idóneos con una serie de características: irreprochable en su conducta, casado una sola vez, con hijos creyentes.
Igualmente le da normas claras para la elección de los obispos, elegidos de entre los presbíteros: que sean buenos administradores de la casa de Dios, que no sean arrogantes, ni coléricos, sino hospitalarios, justos, prudentes, amigos del bien. Ello les ha de llevar a animar a la comunidad, sabiendo refutar cuando fuere necesario. Fieles a la doctrina recibida.
De este texto se deduce un marcado sentido práctico y organizativo, tal y como Pablo ha venido haciendo en su predicación y en sus cartas., No se sube a altas teologías, que a nada conducirían en ese momento para la pequeña comunidad de Creta. Quiere que su discípulo Tito sea quien ponga orden, preserve a la comunidad de cualquier desvío que pudiera darse. Ello es indicativo del afecto de Pablo a Tito, a pesar de su juventud; lo cual nos indica que era un muchacho sensato y bueno, en quien se podía confiar.
Esta actitud de Pablo, a través de Tito, nos da la pista clara de cómo deben ser nuestras comunidades y la predicación de la verdad que en ellas se desarrolle, para así mantener la fe y la esperanza a la que hemos sido llamados. Nosotros somos los continuadores de aquella comunidad de Creta y de muchas otras posteriores.
Sí, es claro que vamos reduciéndonos. Ello no debe ser motivo de desaliento, sino de poner más empeño y cuidado en la fe recibida, en la esperanza presente y futura, en la vivencia de la fraternidad siempre frágil. La predicación animosa es una parte, pero no lo es todo, son las actitudes concretas las que nos definirán como creyentes en Cristo Jesús.
Tened cuidado
El poeta alemán Henrich Heine decía: “Todo delito que no se convierte en escándalo, no existe para la sociedad.” Lo comprobamos a cada instante en nuestra sociedad. Si no se produce escándalo, la sociedad, cada uno de nosotros, tiende a no considerarlo delito. Craso error. Terminamos diciendo: “Bueno, total, qué más da…”. Y, así, se va creando una cultura de permisividad, del relativismo moral, del “todo está permitido”, del “todo vale”, del “mientras a mí no me toque…”, sobre todo el bolsillo. Y miramos hacia otra parte. Eso destruye, más a la corta que a la larga, sociedades, comunidades, familias, personas, porque la integridad y honradez brillan por su ausencia.
Jesús, llevado también del sentido común y práctico, advierte a sus discípulos que el escándalo es inevitable. Lo sabemos bien. Tantos siglos de vida eclesial nos dan a conocer los escándalos producidos, pero ellos no han de ser motivo para abandonar la vida de la Iglesia, la casa común. “Tened cuidado”, advierte Jesús. Por eso, el perdón es fundamental, aunque cueste. Y todos sabemos bien cuánto cuesta perdonar y actuar como si nada hubiera pasado.
La tan traída y llevada frase: “Perdono, pero no olvido”, en cristiano, no tiene cabida alguna; pero también sabemos bien lo difícil que es olvidar las ofensas, las actitudes negativas. Uno es capaz de comprenderlo y aceptarlo cuando le han perdonado deudas, ofensas, dislates, malos entendidos. Y ha de tener suma delicadeza en no “avivar la memoria de la ofensa” para que el olvido, en la medida de lo posible, crezca en nuestro interior.
Tenemos como ayuda la vida compartida, la vida de una comunidad de creyentes, la acción salvífica y restauradora, perdonadora, de la Eucaristía, de las acciones sacramentales, portadoras de la gracia y signo de reconciliación. Por eso, cada Acción de Gracias comienza con el reconocimiento sincero de nuestra vida deficiente. Y decimos: “Yo confieso…” y “Señor, ten piedad” y en la consagración Jesús nos dice: “Esta es mi sangre, derramada por vuestros pecados…” Si así lo creemos, y nos adherimos con sinceridad de corazón, estamos no solo perdonados, sino salvados.
Hoy la iglesia celebra a S. Martín de Tours, soldado romano, quien, una vez convertido a la fe de Jesucristo, fue monje y obispo. Es todo un símbolo del “compartir”. Es lo que él practicó a las puertas de Amiens compartiendo su manto con un pobre, durante la noche; ese fue solo un detalle de los muchos que vendrían después. Hizo reales las palabras de Jesús: “Estuve desnudo y me vestisteis…”. Hijo de un tribuno romano, renunció a la carrera militar para seguir a las órdenes de Jesucristo. A él se debe en gran parte la evangelización de Francia.
Teniendo en cuenta estas lecturas planteémonos cómo vivimos el perdón.
Nuestra presencia en la comunidad cristiana ¿es de responsabilidad o vivimos pasivamente?
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