MARTES DE LA SEMANA XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO / CICLO B

Vidrieras

MARTES DE LA SEMANA XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO / CICLO B

 

P. TEÓFILO Y COMPAÑEROS MÁRTIRES

RELIGIOSOS DE LOS SAGRADOS CORAZONES

 

 

Mártires del siglo XX en España

 

La Congregración de los Sagrados Corazones en este día recuerda de manera especial a los religiosos que fueron perseguidos y asesinados por su fe.

 

Evangelio del día

 

Lucas 14, 25-33

 

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
«Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.
Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla?
No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo:
“Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”.
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil?
Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.
Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».

 

Reflexión del Evangelio de hoy

Es Dios quien realiza en nosotros el querer y el obrar

Este fragmento de la carta a los Filipenses nos invita a trabajar en la obra de la Salvación. Ésto, tal como suena, hace pensar que esa salvación depende de nuestro esfuerzo y empeño, pero no, nada más lejos de eso, el mismo San Pablo nos dice “que es Dios quien, por su benevolencia, realiza en nosotros el querer y el poder hacerlo.”

La exhortación de San Pablo junto con las palabras del salmista, nos dan la clave de cómo trabajar en la obra de la salvación, pues El Señor es nuestra luz y nuestra salvación, por eso, cuando los demás quieren extorsionarnos o derribarnos con sus conductas depravadas, nuestra respuesta es la de sencillos hijos de Dios que todo lo hacen sin murmuraciones ni discusiones, sin tacha  y con una vida resplandeciente, dando testimonio de la fe que profesamos.

Por otra parte el texto me hace pensar la satisfacción y el sano orgullo de los evangelizadores y evangelizadoras, de nuestros pastores, misioneros y misioneras, nuestros catequistas, al comprobar que nuestra vida es según Dios, que hemos acogido el mensaje y lo hemos hecho vida, esto hace que ellos se sientan fecundos y buenos administradores de la múltiple gracia de Dios en favor nuestro. Esto tiene que estimularnos al bien y a no frustrar el Plan Salvífico de Dios.

 

El que no lleve su cruz en pos de mí, no puede ser discípulo mío

El seguimiento y el discipulado exige renuncia y cruz porque seguimos a un Maestro que se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo…se sometió incluso a la muerte y una muerte de cruz (Flp 2,6-11). El mismo Jesús nos hace reflexionar si somos capaces de vivir según las exigencias de su Evangelio con esos dos ejemplos que nos pone: el que quiere edificar una torre y se sienta a calcular sus posibilidades económicas para acabarla, y el rey que delibera si con su ejército puede enfrentarse al enemigo.

No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria (Sal 115,1)  No podemos pensar que es con nuestro esfuerzo y voluntarismo como vamos a ser capaces de renunciar a todo para seguirle. La clave está en ese acto de humildad de enviar una embajada para pedir condiciones de paz. Necesitamos reconocer, humildemente, que no podemos vivir esas exigencias, esas renuncias, y no podemos cargar con la cruz sin Él, sin su ayuda. Él es nuestro “embajador”, nuestro mediador ante el Padre, el que nos alcanza gracia y misericordia que nos auxilian para poder llevar a cabo ese morir a uno mismo, cargar la cruz y ser discípulo.

Oración

Señor, quiero seguirte, quiero ser tu discípula y que nada sea más fuerte en mi vida que tú. Pero siento mi debilidad, me asusta la cruz y me aferro a las personas, a las cosas y hasta a mi propio pecado, por eso, “dame lo que me pides y pídeme lo que quieras”.

Sor Mª Montserrat Román Sánchez, OP – Monasterio Santa María la Real, Bormujos, Sevilla

Parroquia Sagrados Corazones
parroquia.sscc.madrid@gmail.com
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