02 noviembre, 2024 DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO / CICLO B
El amor es contemplación, miremos con limpieza, dejemos lo que “me gustaría” y lo que “debería”, contemplemos y miremos con amor lo que “es”.
Evangelio de hoy y lecturas
Primera lectura
Lectura del Libro del Deuteronomio 6, 2-6
Moisés habló al pueblo diciendo:
«Teme al Señor, tu Dios, tú, tus hijos y nietos, y observa todos sus mandatos y preceptos, que yo te mando, todos los días de tu vida, a fin de que se prolonguen tus días. Escucha, pues, Israel, y esmérate en practicarlos, a fin de que te vaya bien y te multipliques, como te prometió el Señor, Dios de tus padres, en la tierra que mana leche y miel.
Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
Estas palabras que yo te mando hoy estarán en tu corazón».
Salmo
Sal. 17, 2-3a. 3bc-4. 47 y 51ab R: Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza.
Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R/.
Dios mío, peña mía, refugio mío,
escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos. R/.
Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador:
Tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu ungido. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta a los Hebreos 7, 23-28
Hermanos:
Ha habido multitud de sacerdotes de la anterior Alianza, porque la muerte les impedía permanecer; en cambio, Jesús, como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa. De ahí que puede salvar definitivamente a los que se acercan a Dios por medio de él, pues vive siempre para interceder a favor de ellos.
Y tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo.
Él no necesita ofrecer sacrificios cada día como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
En efecto, la ley hace sumos sacerdotes a hombres llenos de debilidades. En cambio, la palabra del juramento, posterior a la ley, consagra al Hijo, perfecto para siempre.
Evangelio del día
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 12, 28b-34
En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
«¿Qué mandamiento es el primero de todos?».
Respondió Jesús:
«El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que estos».
El escriba replicó:
«Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios».
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:
«No estás lejos del reino de Dios».
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Reflexión del Evangelio de hoy
Necesitamos saber, conocer, para vivir…
El letrado, posiblemente lo tenía claro, en teoría, cumplir los mandamientos. Sí, pero “¿hay algo más?” A este letrado, parece que el hecho de conocer, saber la teoría, no era suficiente. Quizá necesitaba saber también el cómo desarrollar, cómo hacer realidad ese mandamiento. El mandamiento: “… amarás al Señor nuestro Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda tu mente y todas tus fuerzas.” (Dt 6,4-5)
La respuesta a la pregunta del letrado comienza así: “¡Escucha…!” Se nos pide atención, olvídate de los deseos e intereses personales, si quieres enterarte. Escuchar y hacer nuestro el mandamiento de forma que la razón de ponerlo en práctica no sea el hecho de cumplirlo… sino una decisión desde la libertad. No está el valor en el hecho de ser mandado, sino que está en su contenido que nos motive a llevarlo a cabo. Dios no es un tirano, Dios es Padre, no impone, invita, propone. Dios es siempre posibilidad de ir más allá, crecer… Por tanto, no es el cumplimiento sino la opción libre de hacer realidad en nuestra vida algo que realmente nos llena de sentido. Que nuestra vida sea un desarrollo de relaciones con Dios, con los demás, con nosotros mismos, siempre desde el amor, con amor.
Amar a Dios, amar al prójimo.
La respuesta de Jesús al letrado, añade el amor al prójimo. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Lv 19,18)”
Hagamos memoria, traigamos a nuestro mente y a nuestro corazón lo que Juan dice en su primera carta: “Si uno dice que ama a Dios mientras odia a su hermano, miente; pues si no ama al hermano suyo a quien ve, no puede amar a Dios a quién no ve.”(4,20).
El planteamiento, por tanto, del evangelio es más amplio, más vital, tener presente a Dios y tener presente al prójimo. Esta presencia es riqueza y gracia cuando se traduce en unas relaciones desde la gratuidad, la gratitud, el servicio y la aceptación, todo esto son signos y manifestaciones de amor.
La respuesta de Jesús al letrado es, por tanto, todo posibilidad, llamados a ir más allá desde nuestra condición humana. La importancia de amar a Dios y amar al prójimo es la misma. Nuestra relación con Dios se resuelve en nuestra relación con los demás, con los que convivimos, con los que buscamos y hacemos la vida.
Volvemos a las palabra de Juan. A Dios no lo vemos y sí vemos a nuestro prójimo, amando a quién vemos y conocemos podemos saber, sentir, afirmar que amamos a Dios.
¿A qué Dios amamos?
Una cuestión importante: si nos limitamos a decir y pensar que nuestro objetivo, nuestro compromiso, es amar a Dios y nos olvidamos de los demás tenemos que preguntarnos: ¿a qué Dios amamos? A un Dios que me da seguridad, me protege, “me saca las castañas del fuego”, me da la razón, y/o cuando las cosas no salen como uno pretende la culpa es de Dios que se ha olvidado de mí.
Podríamos pensar que amar a Dios, olvidándose de los demás, es caer en el error de crearse un dios a nuestra medida, a nuestra conveniencia, un dios a imagen y semejanza de uno mismo. Más todavía, un dios al que le decimos lo que tiene que hacer, a quién ha de premiar y a quién ha de castigar. Este no es el Dios de Jesucristo, no es Dios Padre (Abba) en el que descansaba, confiaba Jesús de Nazaret. No es el Dios que llama a nuestra puerta que ocupa nuestro corazón (otra cosa es que le hagamos caso, que queramos reconocerlo). Más, desde la realidad humana que se hace cada día, que puede crecer… sabemos y distinguimos lo que es el bien y lo que es el mal. Experimentamos momentos, situaciones, encuentros, que podemos definir como amor. Y es amor siempre cuando nos interesamos por el bien de lo que amamos, cuando aceptamos a cada cual como es… El amor es contemplación, miremos con limpieza, dejemos lo que “me gustaría” y lo que “debería”, contemplemos y miremos con amor lo que “es”.
Para la reflexión
Partamos de la experiencia.
Valoremos la satisfacción personal de nuestros actos cuando son respuestas desde la coherencia, la veracidad, la sinceridad… en contraste con lo que hacemos desde la obligación, lo que está mandado, lo que me conviene.
Valoremos la satisfacción personal cuando somos nosotros los beneficiarios de la atención de los demás. Distinguimos cuando somos atendidos desde el “quedar bien”, el cumplimiento o, por el contrario, cuando somos atendidos, mirados con amor sincero, veraz…
Desde este contraste, conscientes, elijamos cómo amar a Dios y al prójimo.
“Amar al prójimo como a ti mismo”. No está mal… pero si el objetivo es ser bueno para que conmigo sean buenos, es una razón egoísta. Por otra parte, aceptar que no todo lo que para mí es bueno, tiene que ser bueno para los demás. El amor al prójimo precisa de saber guardar una distancia para permitir que el otro sea el mismo.
Desde este contraste, conscientes, revisemos y aprendamos a amar a Dios y al prójimo.
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