28 octubre, 2024 REFLEXIÓN – ACTUALIDAD
¿Cómo decirle al pobre que Dios lo ama?
El 22 de octubre, Gustavo Gutiérrez, uno de los teólogos más influyentes de América Latina, partió hacia la Casa del Padre. Su vida fue un testimonio profundo de la unión entre lo espiritual, lo intelectual y lo pastoral, guiada siempre por una fe arraigada en el servicio y el amor cristiano. Nacido el 8 de junio de 1928 en Lima, su infancia, marcada por la pobreza, despertó en él una profunda compasión por los más vulnerables.
A pesar de una enfermedad que lo confinó a una silla de ruedas durante su juventud, Gutiérrez halló en esa fragilidad una fuente de fortaleza espiritual. Esa experiencia lo llevó a una búsqueda profunda de Dios, no solo en el ámbito académico, sino en la realidad viva de los pobres y marginados. En su alma se gestaba una teología que no se quedaba en el estudio, sino que brotaba del encuentro personal con los que sufrían, donde veía el rostro de Cristo.
Gutiérrez estudió medicina y letras, pero fue en la teología donde encontró su verdadera vocación, una que lo llevaría a recorrer el mundo para profundizar su fe y su conocimiento. Sin embargo, su verdadero campo de acción fue el corazón del pueblo. Inspirado por la pregunta «¿Cómo decirle a quien sufre que Dios lo ama?», su teología encarnó el Evangelio, donde lo espiritual y lo material se funden en una misión común: hacer presente el Reino de Dios aquí y ahora.
En su obra “Beber en su propio pozo”, afirmó: “la primera señal de espiritualidad es dar pan al que tiene hambre”. Para él, la auténtica espiritualidad era inseparable del servicio a los demás, pues en cada gesto de amor y justicia veía la presencia viva de Cristo. Gustavo Gutiérrez nos deja un legado espiritual profundo: una fe comprometida con los pobres, una espiritualidad que se traduce en acciones concretas de amor, justicia y esperanza. Que su vida nos inspire a vivir una espiritualidad encarnada, fiel al Evangelio y al servicio de los demás.
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