14 agosto, 2024 JUEVES DE LA SEMANA XIX DEL TIEMPO ORDINARIO / CICLO B
“Bendita tú entre las mujeres”
María, poniéndose al servicio de los demás, abajándose y poniendo en el centro la obra que Dios realiza es proclamada dichosa, es “levantada» por Dios.
Evangelio del día
Lucas 1, 39-56
En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y levantando la voz, exclamó:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».
María dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor, “se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava”.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mi: “su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia” – como lo había prometido a “nuestros padres” – en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».
María se quedó con Isabel unos tres meses y volvió a su casa.
Reflexión del Evangelio de hoy
Sabemos que, en cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común; para crecimiento del Cuerpo de Cristo, para beneficio de todo el Pueblo de Dios (cf. 1 Co 12, 7). Por eso, al contemplar la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo… nos podemos preguntar: ¿de qué modo crecemos como Iglesia, … en qué nos beneficiamos como humanidad con este inmenso don que ha recibido la «Llena de gracia»?
Una frase del Concilio Vaticano II (LG 68) y que replica el Catecismo de la Iglesia católica (972) nos da una pista: María asunta en cuerpo y alma al cielo «brilla ante el Pueblo de Dios en marcha, como señal de esperanza cierta y de consuelo».
En tiempos en los que sentimos tan necesario ofrecer motivos ciertos de esperanza que no caigan en voluntarismos prometeicos y cuando se espera de nosotros un consuelo auténtico que no brote de anestesiar la mirada sobre la realidad, esta solemnidad de María, nuestra Madre y compañera de camino no solo puede animar nuestra peregrinación creyente sino también orientarla y conducirla.
Fray Germán Pravia O.P. – Casa de la Santísima Trinidad, Montevideo, Uruguay
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