MIÉRCOLES DE LA SEMANA XVII DEL TIEMPO ORDINARIO / CICLO B

Vidrieras

MIÉRCOLES DE LA SEMANA XVII DEL TIEMPO ORDINARIO / CICLO B

El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido

 

Pidamos al Espíritu Santo, su luz, su discernimiento, para saber encontrar, cada día, ese Tesoro en nuestras vidas y para que pongamos nuestro corazón en Él.  Allí donde está tu tesoro, está tu corazón.  ¿Dónde tengo yo puesto mi corazón?

 

San Ignacio de Loyola

 

San Ignacio de Loyola: patrono de los Ejercicios Espirituales - Vatican News
En la juventud, siendo militar, sufrió una herida en una batalla lo que le llevó a convertirse abandonando su anterior vida de pecado. Se formó en la Universidad de París y ya en Roma fundó la Compañía de Jesús. Dió origen a los ejercicios espirituales como modelo de introspección.

 

Evangelio del día

 

Mateo 13,44-46

 

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.
El reino de los cielos se parece también a un comerciante de perlas finas, que al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra».

 

Reflexión del Evangelio de hoy

 

Tus palabras me servían de gozo

En muchas ocasiones las dificultades son tan fuertes que nos desanimamos y queremos dejar la misión encomendada, esto mismo le pasaba al profeta Jeremías. Él era pacífico, pero tenía grandes contrariedades: anunciaba el mensaje de Dios y la respuesta de los oyentes eran insultos y burlas. A pesar de ser muy dura la misión confiada, quería permanecer fiel, no obstante, en medio de estas contradicciones le brotaba la queja al Señor, como muchas veces nos pasa a nosotros, cuando no todo va según nuestros planes.  En la misión de cada uno, a veces se nos presenta la cruz, pero, Dios siempre está con nosotros. Si somos fieles a Dios, como Jeremías, aunque nos cueste ir contracorriente, al final El nos protege, nos salva y nos llena de paz y alegría, porque como dice Jesús: es mejor padecer haciendo el bien que padecer haciendo el mal. El bien, la verdad, definitivamente Dios, siempre vencerán.

Las criaturas nacemos en pecado, por eso, solamente sentimos sosiego y refrigerio en el Señor. El profeta siente la necesidad de devorar las palabras del Señor, porque son las únicas que le llenan el corazón. Todos los cristianos tendríamos que vivir esta experiencia. Realmente, ¿qué palabras merecen la pena, o qué palabras podemos comparar con la Palabra de Dios?  Tenemos más en cuenta las palabras de ciertas personas, porque tienen un prestigio, una fama importante en nuestro entorno o sociedad y sin embargo, la Palabra de Dios, que todos los días se nos da, no le prestamos atención, ni nos interesa demasiado.

Si no estamos, o no nos dejamos proteger, bendecir e iluminar por el Señor, brota la maldición, el lado oscuro, el disfrute mundano y carnal, que solamente consigue vaciar el corazón del amor de Dios, para ocuparlo de cosas que no tienen ningún sentido. Además, poco a poco va creciendo en nosotros la ira, la soberbia, la envidia, etc., lo que hace que se encone la herida, porque no le dejamos actuar a Él. Hay que tener muy presente lo que el Señor le dijo a nuestra hermana Santa Catalina de Siena: “Tú eres la que no eres y yo soy el que soy” Es decir, el único que puede hacernos muralla de bronce inexpugnable ante el maligno y su seducción, es el Señor, porque Él está con nosotros y nos cuida y libra de todos los enemigos que podamos tener; por eso, decimos lo mismo que el salmo 58: “Dios es mi refugio en el peligro”.

 

Vender todo lo que tiene y comprar el campo…

En este pasaje de San Mateo, el Señor nos pone dos ejemplos comparativos del Reino de los Cielos que se asemejan mucho: “el tesoro escondido en el campo”, y el “comerciante de perlas finas”. Los dos trasmiten un mismo o similar mensaje: que el estar con Dios y ser de Dios es de gran valor para el que lo descubre. Vivir en el Señor y para el Señor te plenifica, te llena de alegría. El tesoro escondido es el Misterio Trinitario que todos los hijos de Dios que vivimos en gracia, llevamos oculto y escondido en el alma, convertido en sagrario de la Santísima Trinidad. Este es el tesoro más grande en la tierra y para eso, con alegría, renunciamos y nos vaciamos de todo lo que no sea El en nuestro corazón.

Cuando encontramos un gran tesoro, en este caso Jesucristo, nos llenamos de alegría y con gozo dejamos de un lado lo demás y hacemos todo lo que está en nuestras manos para adquirir, comprar y tener ese gran Tesoro.  Como dice San Pablo: “todo lo estimo basura con tal de ganar a Jesucristo…” Pidamos al Espíritu Santo, -como lo hizo San Ignacio de Loyola, cuya memoria celebramos hoy- su luz, su discernimiento, para saber encontrar, cada día, ese Tesoro en nuestras vidas y para que pongamos nuestro corazón en Él.  Allí donde está tu tesoro, está tu corazón.  ¿Dónde tengo yo puesto mi corazón?

Monasterio de Santo Domingo – Dominicas San Sebastián

Parroquia Sagrados Corazones
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