DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO / CICLO B

Vidrieras

DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO / CICLO B

Jesús tomó los panes y los repartió

 

Juan 6, 1-15 Evangelio Abril 28 2017

 

Aunque sea con muy poco, con nuestro trozo de pan, pero juntos, desde la generosidad, podemos hacer mucho bien, multiplicado. Y sentirnos así miembros de la única Familia Humana, hijos de Dios, hermanos de todos y seguidores fieles del Señor Jesús.

 

Evangelio de hoy y lecturas

 

Primera lectura

Lectura del Libro segundo de los Reyes 4, 42-44

 

En aquellos días, acaeció que un hombre de Baal Salisá vino trayendo al hombre de Dios primicias de pan, veinte panes de cebada y grano fresco en espiga. Dijo Eliseo:
«Dáselo a la gente y que coman».
Su servidor respondió:
«¿Cómo voy a poner esto delante de cien hombres?».
Y él mandó:
«Dáselo a la gente y que coman, porque así dice el Señor: “Comerán y sobrará”».
Y lo puso ante ellos, comieron y aún sobró, conforme a la palabra del Señor.

 

Salmo

Sal. 144, 10-11. 15-16. 17-18 R: Abres tú la mano, Señor, y nos sacias.

 

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles.
Que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.

Los ojos de todos te están aguardando,
tú les das la comida a su tiempo;
abres tú la mano,
y sacias de favores a todo viviente. R/.

El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones.
Cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente. R/.

 

Segunda lectura

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 4, 1-6

 

Hermanos:
Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor, esforzándoos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos.

 

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 1-15

 

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos.
Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:
«¿Con qué compraremos panes para que coman estos?».
Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Felipe le contestó:
«Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo».
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:
«Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?».
Jesús dijo:
«Decid a la gente que se siente en el suelo».
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil.
Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:
«Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda».
Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:
«Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo».
Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

 

Reflexión del Evangelio de hoy

 

Saber ver las necesidades de la humanidad

En el relato del evangelio todo comienza gracias a que Jesús cruza a la otra orilla del lago de Galilea. Desplazarse físicamente de un lugar a otro es una manera de expresar que es necesario salir de nuestros ámbitos seguros y conocidos, de lo que ahora solemos llamar espacios de confort, para abrirnos a otras realidades.

Una vez más Jesús sube al monte, invitándonos a todos a que ascendamos en nuestro nivel de ver, comprender y reflexionar sobre la vida, sobre tantas situaciones y realidades que piden de nosotros una mirada más amplia.

Como en otras ocasiones, mucha gente le sigue, no tanto para recibir una enseñanza, cuanto para obtener soluciones, resultados a sus problemas en la vida. El mensaje de Jesús parece convencer, pero, al fin y al cabo, también nosotros preguntamos ¿qué hay de lo mío? Porque muchos dicen cosas bonitas, pero las cosas bonitas no nos sanan, ni nos solucionan nuestros problemas.

Jesús sale siempre al encuentro de las personas, de cada uno de nosotros; su mirada sabe ver las necesidades, siente compasión por todos: ¿cómo alimentaremos a todos estos? Se hace cargo del mundo, no vive ajeno a nosotros, a lo que nos pasa.

Este es uno de los rasgos que más caracteriza a Jesús: que el drama de los otros, de cada persona, sean quienes sean (ricos, pobres, buenos o malos…), es siempre el suyo. No es indiferente a nada ni a nadie. Contemplar a la humanidad siempre le suscita la misma pregunta: ¿qué puedo hacer yo?

Hemos de reconocer que los discípulos, aquellos de la primera hora, y nosotros, no tenemos esa mirada tan profunda. Solo ven, solo vemos, cinco panes y dos peces (¿qué es esto para tantos?) Incluso pretendemos quitar el problema despidiendo a la gente y que se vayan a sus casas. Cuántas veces actuamos desde esta falta de compromiso y de responsabilidad.

La mirada de Jesús, su vida, sus actitudes, nos enseñan a hacernos cargo de lo que hay en los otros, y asumirlo como si fuera propio. Así lo dice una y otra vez, y sobre todo, así obra y actúa desde una plena coherencia.

 

El milagro de la solidaridad

¿Qué vemos en nuestro mundo? A poco que alcemos la mirada, podemos ver mucho sufrimiento, guerras, dolor, muertos, hambre, necesidades, refugiados… ¿Dónde está tu hermano? (Génesis) ¿Qué le pasa, qué necesita, qué puedes hacer por él? Nos tiene que importar la suerte de toda persona ¿Cómo es posible que no hagamos nada, o más bien poco, para superar esas situaciones tan graves, tan inhumanas? En un mundo que decimos tan avanzado, civilizado, desarrollado…

Los cristianos en esto deberíamos ser los primeros, los más comprometidos en dar la talla, colaborando en la misma misión de Jesús.

El mundo llamado desarrollado, las sociedades del bienestar, seguimos teniendo una gran responsabilidad y deuda con esa parte de la humanidad privada de los bienes que tantas veces derrochamos. No tenemos “perdón de Dios”, si no compartimos. Necesitamos alimentarnos para vivir, pan material y otros bienes; pero también pan espiritual.

Todas esas personas son hombres y mujeres, niños, ancianos… hermanos nuestros, hijos de Dios. Poseen la misma dignidad de personas, todos por igual. Y la respuesta de Jesús, el Maestro, no es recurrir a Dios, como habitualmente hacemos nosotros, sino precisamente a sus seguidores: “dadles vosotros de comer”.

¡Cómo hacerlo con tan poco…! Es nuestra fácil excusa. Tenemos que convencernos de partir de lo que hay, de que de lo poco, de lo pequeño, surge el milagro, la generosidad, la solidaridad… ¡milagro porque termina sobrando! Lo hemos escuchado también hoy en la primera lectura, cuando el profeta Eliseo insta a repartir panes, porque dice el Señor: “comerán y sobrará”.

Lo que tenemos se multiplica si, en primer lugar, todo lo que está a nuestro alcance lo reconocemos como dones, como regalos, y los agradecemos. El verdadero milagro acontece ahí porque el egoísmo queda vencido. Nadie acapara sus bienes. Compartir nos hace vivir en esa comunión con los demás y con Dios.

Para entender debidamente este relato, hemos de ponerlo también en relación con otros muchos textos bíblicos de comidas y con la imagen simbólica del banquete del Reino, en el que Dios Padre quiere que todos tengamos sitio.

Siguen haciendo falta gestos y milagros de solidaridad en nuestro mundo ¿Estamos dispuestos a seguir en este empeño?

¿Seremos capaces de olvidarnos de los más necesitados, de tantos excluidos, de todos los sufrientes de hoy?

Aunque sea con muy poco, con nuestro trozo de pan, pero juntos, desde la generosidad, podemos hacer mucho bien, multiplicado. Y sentirnos así miembros de la única Familia Humana, hijos de Dios, hermanos de todos y seguidores fieles del Señor Jesús.

Fr. Juan Carlos Cordero de la Hera O.P. – Convento de Ntra. Sra. de Atocha (Madrid)

Parroquia Sagrados Corazones
parroquia.sscc.madrid@gmail.com
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