DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO / CICLO B

Vidrieras

DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO / CICLO B

La homilía de hoy: la tempestad calmada

 

La Palabra que en este Duodécimo Domingo del Tiempo Ordinario vamos a proclamar y acoger nos confronta, una vez más, con el Misterio que se encierra en Dios y en su Hijo Jesucristo.

Los versículos del libro de Job en la primera lectura despliegan en toda su magnificencia la grandeza de Dios en la Creación, aludiendo con bellas palabras al poder del mar y a su control por parte de Yahvé. Hecho que en la escena evabgélica del relato de San Marcos nos ofrece el mismo mensaje en la actuación poderosa del Señor Jesucristo, que provoca el asombro en los atemorizados discípulos. Un doble, e interesante apunte teológico para añadir a nuestra reflexión y meditación cuando por estas latitudes nos acerquemos a la inmensidad del mar en estas semanas estivales.

Y hagamos intensamente nuestra la doble invitación de San Pablo a los Corintios para ser capaces de vivir para el que murió y resucitó por nosotros, siendo muy conscientes de que quienes somos de Cristo somos una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.

Que la celebración de esta Eucaristía dominical renueve en todos nosotros la irrenunciable novedad de ser y vivir como cristianos, sin dejarnos achicar por el oleaje adverso de la vida que nos pueda acometer.

Una invitación clara y fuerte a seguir manteniendo vida la confianza en el Señor. Siempre. También cuando la vida se nos hace más difícil. Ciertamente la dificultad es el crisol de la fe.

 

Evangelio de hoy y lecturas

 

Primera lectura

Lectura del Libro de Job 38, 1. 8-11

 

El Señor habló a Job desde la tormenta:

«¿Quién cerró el mar con una puerta, cuando escapaba impetuoso de su seno, cuando le puse nubes por mantillas y nubes tormentosas por pañales, cuando le establecí un límite poniendo puertas y cerrojos, y le dije: “Hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí se romperá la arrogancia de tus olas”?».

 

Salmo

Sal. 106, 23-24. 25-26. 28-29. 30-31 R/. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.

 

Entraron en naves por el mar,
comerciando por las aguas inmensas.
Contemplaron las obras de Dios,
sus maravillas en el océano. R/.

Él habló y levantó un viento tormentoso,
que alzaba las olas a lo alto;
subían al cielo, bajaban al abismo,
el estómago revuelto por el mareo. R/.

Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Apaciguó la tormenta en suave brisa,
y enmudecieron las olas del mar. R/.

Se alegraron de aquella bonanza,
y él los condujo al ansiado puerto.
Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres. R/.

 

Segunda lectura

Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 5, 14-17

 

Hermanos:

Nos apremia el amor de Cristo, al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron.

Y Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos.

De modo que nosotros desde ahora no conocemos a nadie según la carne; si alguna vez conocimos a Cristo según la carne, ahora ya no lo conocemos así.

Por tanto, si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo.

 

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 4, 35-41

 

Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:

«Vamos a la otra orilla».

Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba en la popa, dormido sobre su cabezal.

Lo despertaron, diciéndole:
«Maestro, ¿no te importa que perezcamos?».

Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar:
«¡Silencio, enmudece!».

El viento cesó y vino una gran calma.

Él les dijo:
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?».

Se llenaron de miedo y se decían unos a otros:
«¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar le obedecen!».

 

Comentario bíblico

 

Evangelio: Marcos (4,35-41): La fuerza del Reino nos libera

III.1. El evangelio de Marcos narra el episodio de la travesía del lago de Galilea  después que Jesús ha hablado a las gentes en parábolas acerca del Reino de Dios. Es como si Jesús quisiera poner a prueba la fe de sus discípulos, a ellos que les explicaba el sentido profundo de sus parábolas. El lago, el bello lago de Galilea, en torno al cual se anuncia el evangelio, se convierte aquí en el misterioso y tremendo símbolo de una tormenta, que como en el caso del profeta Jonás 1, de donde se toman algunos rasgos del episodio, viene a aquilatar cosas importantes. Otras barcas le seguían, pero parece como si solamente quisiera centrarse todo en la barca donde estaban Jesús y los discípulos que había elegido. El mar de Galilea, a veces, es como una caldera hirviendo, por el viento. En la barca se muestran dos actitudes: la de Jesús que duerme tranquilo y la de los discípulos que están aterrados.

III.2. ¿Por qué esto? Porque Jesús sabe que su causa por el Reino de Dios debe levantar tormentas, como ésta del viento, que va a hacer temblar a los discípulos; Jesús está tranquilo porque confía en su causa, la causa de Dios. Es, pues, esta una escena pedagógica que pone de manifiesto una actitud y otra. Los discípulos son como Job, y no se explican muchas cosas que ocurren en la vida, llenándose de miedo. Jesús, que conoce la voluntad y el proyecto de Dios, se entrega a él con una gran serenidad  porque sabe que ha de vencer, como de hecho sucede con su «conminación» a la tormenta. Los Santos Padres siempre interpretaron esta escena de la barca como una imagen de la Iglesia que debía pasar por estos trances, pero que siempre encontraría a su Señor a su lado para otorgarle la serenidad de la fe.

Fray Miguel de Burgos Núñez (1944-2019)

 

 

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