07 junio, 2024 VIERNES DE LA IX SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO / CICLO B
Sagrado Corazón de Jesús
Solemnidad con la que la Iglesia católica celebra el amor de Cristo salvador por los seres humanos, amor cuyo símbolo es su corazón. Aunque la devoción al Sagrado Corazón se remonta a la Edad media, la fiesta fue reconocida oficialmente en 1856 por el Papa Pio IX.
Celebrar la solemnidad del sagrado corazón de Jesús nos sitúa y resitúa en una tesitura frágil y robusta. Se trata de la tesitura del Amor de Dios que nos tiende la mano, nos cuida y confía en nosotros.
Evangelio de hoy
Juan 19, 31-37
Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran.
Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.
El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis.
Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que traspasaron»
Reflexión del Evangelio de hoy
Hace muchos siglos que se celebra la devoción al sagrado corazón de Jesús. Esta solemnidad destaca el amor de Dios por la humanidad. Se trata de un amor incondicional.
El Papa Francisco nos ha invitado en más de una ocasión a pedir al Señor que haga nuestros corazones semejantes al suyo: “humildes, misericordiosos y perseverantes en el amor, en la oración y en las buenas obras”.
Se conmueven mis entrañas
La primera lectura nos presenta el corazón de Dios en pleno movimiento. Múltiples verbos, acciones que expresan el amor que Dios tiene por cada persona. Destaco algunos de estos verbos: amar, llamar, criar, tomar, cuidar, atraer, alzar, inclinar, dar, estar perturbado, conmoverse… Todos ellos expresan el empeño y el amor de Dios por ti, por mí, por todos… Estos son movimientos de ternura y dedicación, para Dios no existe el tiempo perdido… existe el tiempo entregado…
La profecía de Oseas nos sitúa en una memoria agradecida por todo lo que Dios nos cuida y nos regala. Esta profecía también nos cuestiona: ¿cómo cuido yo a quienes me rodean? ¿Cómo es mi entrega y mi respeto por su forma de ser y su libertad? Preguntas que siempre nos recuerdan que estamos en camino y, que de la misma manera que Dios no desiste de ninguno de nosotros porque “no se deja llevar por la ira”, siempre nos toma de la mano para cuidarnos y reiniciar el camino del amor con mis “próximos”.
Ser robustecidos por medio de su Espíritu
Impresiona la oración que Pablo hace ante el Padre: “que os conceda ser robustecidos por medio de su Espíritu en vuestro hombre interior, mujer interior; que Cristo habite por la fe en vuestros corazones”. Por un lado, se nos invita a reconocer esa fuerza que viene del Espíritu y por otro, a ser intercesores de tantas personas para que puedan vivir la fe enraizada en la experiencia personal de Cristo. El amor es fruto de una experiencia que transciende todo conocimiento. No existen palabras que expresen lo que es el amor. Existe la vida concreta y real y sus pinceladas de amor. Un amor en el que queremos crecer, un amor mucho más sencillo y real que es don y tarea para cada uno de nosotros.
Mirarán al que traspasaron
Sí, el Evangelio de hoy nos sitúa en el Gólgota, en la crucifixión. Se trata de un contexto de muerte, de injusticia, de absurdo… También es expresión de entrega total, porque en medio de ese absurdo resuenan las palabras de Jesús: “nadie me quita la vida, yo la entrego libremente”. Esta libertad incondicional es fruto de un amor en plenitud.
La lanza traspasa el costado, la herida queda abierta y se puede contemplar el corazón y en él la fuerza del amor de Dios. No es solamente una contemplación piadosa… en ella debemos contemplar el rostro de tantas mujeres y hombres que sufren lo absurdo, la injusticia, la explotación, la mentira, la invisibilidad… Contemplarles y preguntarme qué se me pide a mí… qué puedo hacer yo.
Celebrar la solemnidad del sagrado corazón de Jesús nos sitúa y resitúa en una tesitura frágil y robusta. Se trata de la tesitura del Amor de Dios que nos tiende la mano, nos cuida y confía en nosotros; se trata de la intensidad de un amor, pequeño y débil, que quiere entregarse en lo sencillo de cada día desde la vulnerabilidad que también nos habita.
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